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sábado, 28 de abril de 2012

Henry Oporto varias décadas en un certero análisis señala 3 factores: 1. desbarajuste, 2. divorcio con el pueblo, 3. carencia de legalidad y Estado de Derecho


Una escalada de conflictos asfixia al régimen de Evo Morales. Desde el comienzo del año 2012, su gobierno no ha tenido un día de respiro, acechado por toda clase de tensiones sindicales, políticas, regionales, municipales, comunitarias. Algunas ocasionadas por el propio Ejecutivo, como sucede con el conflicto de más de un mes con los profesionales y trabajadores de la salud pública, emergente de un decreto que extiende la jornada laboral en este sector y que, en su transcurso, se ha conectado con el conflicto salarial que protagonizan actualmente los sindicatos encabezados por la COB.
La intensa conflictividad (la más alta en las últimas tres décadas) puede exacerbarse aún más con el inicio, esta semana, de la “novena marcha nacional indígena” en defensa del territorio indígena TIPNIS. Esta marcha, y las acciones de grupos oficialistas para detenerla, amenazan con reeditar la confrontación entre indígenas y gobierno, de hace menos de un año atrás, signada por graves episodios de violencia y represión policial.
El régimen se vería así atenazado por dos frentes: la presión en las calles de las ciudades, con manifestaciones, paros, huelgas de hambre; y la movilización indígena y de otros grupos de apoyo en las carreteras. ¿Y es que Bolivia se sumerge nuevamente en el caos y la ingobernabilidad? Sin duda, esta es la amenaza que se cierne sobre el país.

Hay poder pero no autoridad

Tres son los factores primordiales que subyacen a esta amenaza: i) el desbarajuste gubernamental; ii) el divorcio del régimen con las organizaciones populares; iii) la dilución de un orden de legalidad y Estado de derecho.
El régimen de Evo Morales, durante sus primeros años, exhibió una gran fortaleza política que, sin embargo, se ha ido erosionando paulatinamente, y quizá de forma irreversible. En lo que va de su segundo período (2010-2012) son evidentes los síntomas de fatiga, inmovilismo y sobre todo pérdida de rumbo. Agotada la “agenda de octubre” -lo ha dicho el propio Evo-, no consigue dotarse de un nuevo programa o plan de gobierno que le dé sentido a sus acciones, cada vez más improvisadas, erráticas y contradictorias, al punto que allí mismo se generan buena parte de los conflictos sociales. En medio del desbarajuste y las desinteligencias internas, la incompetencia de sus autoridades y funcionarios y la falta de liderazgo, son crecientes las dificultades para administrar el Estado y mantener un orden político legítimo. Hay poder, aunque mermado, pero no autoridad efectiva.
Mucho de ello se explica, también, por el quiebre en la relación del régimen con los “movimientos sociales”, su principal sostén de apoyo. Un quiebre que comenzó con el fallido “gasolinazo” de diciembre de 2010 y que se ha prolongado a través de variados conflictos y desencuentros posteriores; entre ellos la marcha indígena por el TIPNIS. Las aguas que separan al MAS de sus ex aliados indígenas, sindicales y otros sectores populares son profundas.
Como se sabe, el MAS erigió una estructura de poder de tipo corporativo, otorgando a las organizaciones populares afines una suerte de derecho tutelar sobre la acción de gobierno -de ahí el discurso del “gobierno de los movimientos sociales”-; “gobernar obedeciendo al pueblo”, etc. Los dirigentes sociales se tomarían a pecho ese derecho, ejercitando un poder de veto sobre las decisiones gubernamentales. El drama que protagoniza Evo Morales es que no puede gobernar sin el respaldo militante de los “movimientos sociales”, pero al depender de éstos, y en tanto no consigue cooptarlos o someterlos, se anula como gobierno, siendo rehén de la presión popular.
Entretanto, los conflictos desnudan la crítica situación de los servicios públicos, como la salubridad o el transporte, abandonados a su suerte y ante la completa inoperancia de las autoridades responsables.

Cuando la ley no vale nada

Los obstáculos arrecian en un contexto de des-institucionalización y disolución del Estado de derecho, pues lo que prevalece es la discrecionalidad del poder. Su contrapartida es la inseguridad jurídica, la desprotección de los derechos ciudadanos, el sometimiento de la justicia y del órgano legislativo, la falta de fiscalización y control de los actos gubernamentales, la concentración de decisiones en una presidencia autocrática. Todo lo cual implica la ausencia de medios eficaces para canalizar la solución de los conflictos mediante un sistema institucional confiable.
Pocas veces, como ahora, se ha advierte una fe tan desmesurada en la fuerza de la ley como arma de lucha política. Cualquier acto de gobierno, cualquier reivindicación o resolución de problema, corresponda o no a la naturaleza jurídica de la cuestión que se quiere dilucidar, debe pasar por la sanción de una ley. El MAS, prevalido de su abultada mayoría parlamentaria, ha convertido a la Asamblea Legislativa en una fábrica de leyes sin son ni ton. Pero se trata de un culto a la ley tan engañoso como inútil, puesto que nadie acata las consecuencias de su aplicación; y menos que nadie las autoridades de gobierno, que no tienen empacho en incumplir a cada paso la Constitución, en cuestionar y desconocer las leyes vigentes, incluso las que ellas mismas promueven; en cambiar a su antojo la normativa y, sobre todo, en utilizar la ley según sus conveniencias y las circunstancias.
Es patético, por ejemplo, el manoseo de la ley en el conflicto del TIPNIS. Un día se aprueba una norma que suspende la ejecución del proyecto carretero en ese territorio, tan solo para que al día siguiente se sancione otra norma que dispone una "consulta" para la ejecución del mismo proyecto. El mensaje es inequívoco: la ley es necesaria pero en realidad no vale nada. Lo dijo brutalmente el Presidente: “Para mí la ley no es un problema. Yo le meto nomás; después les digo a mis abogados que arreglen la parte jurídica”.
La ausencia de Estado de derecho tiene las consecuencias que ahora se ven: no hay instituciones políticas ni jurisdiccionales capaces de regular y arbitrar los conflictos. Quienes protestan en las calles no piensan en ajustar sus planteamientos y demostraciones a las normas establecidas o en acudir a los órganos estatales competentes para ventilar allí sus demandas y acatar luego sus fallos. Lo mismo se puede decir del comportamiento de las autoridades políticas. De ahí que el choque de fuerzas y el juego de presiones sea la forma preeminente del curso de los conflictos; se impone el que puede doblegar al otro, no porque la razón esté de su lado. De suerte tal que el espacio de diálogo y negociación es estrecho o inexistente, o solo se llega a él después de un mucho desgaste de energías, recursos, tiempo y con un alto costo político y económico.

Los dilemas de Evo

Si las cosas siguen en la dirección en que están, el estallido de una crisis social puede ser inevitable. La gobernabilidad está en tela de juicio, lo que hace que la coyuntura actual sea potencialmente crítica y vulnerable a eventos imprevisibles; por ejemplo, en la economía. La pregunta es si resulta posible imaginar cambios que puedan revertir los factores que socaban estabilidad social y política.
Ya no está en juego solamente el viraje de las políticas gubernamentales. Quizá la cuestión primordial sea una reforma del propio régimen; una recomposición profunda en su seno que le permita recuperar orden interno, aptitud de gestión política, coherencia administrativa, liderazgo para conducir una nueva agenda de prioridades nacionales; capacidad para encaminar un diálogo social sobre otras bases, alejadas del interés sectario de instrumentalizar a las organizaciones sindicales. Sin embargo, mientras el régimen siga en la ilusión de que su poder y su legitimidad se mantienen incólumes, se repetirá el fracaso de la Cumbre Social de Cochabamba que no le sirvió en nada al propósito de rearticular un bloque social de respaldo a la gestión de gobierno pero tampoco a la necesidad de asegurar la estabilidad social en el país.
El dilema que afronta Evo Morales es que ya no puede gobernar como antes, pero tampoco puede hacerlo de otra manera, más a tono con su nueva posición y con el realineamiento de las fuerzas sociales y políticas de los últimos dos años.

jueves, 26 de abril de 2012

un mestizo Evo vestido y coronado en Tiahuanaco engañó al mundo con un discurso mentiroso. Guido Nayar arremete


Con los muertos en la retina, del Porvenir, la Calancha, Hotel Las Américas, los perseguidos, presos y vejados en sus derechos. Hoy Evo vuelve a preparar el arma MÁS mortífera que su Gobierno ha utilizado, para imponer sus oscuros intereses, aplicando su lema “el fin justifica los medios”. La muerte, aliada fundamental en esta nueva trama, toca las puertas de nada menos que los indígenas bolivianos. Ellos han sido los supuestos destinatarios del proceso de cambio y la defensa de la madre tierra (Pachamama), el discurso central y ancestral del “Gobierno indigenista”.
Estamos en un verdadero vaciamiento del contenido ideológico y programático de un Gobierno que conquistó el voto de los bolivianos, por la nacionalización, la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas y defensa de la madre tierra. Esto fue presentado al mundo, por un supuesto indio, quien es nada menos que el mestizo Evo Morales, vestido y coronado en Tiahuanaco. El show fue casi completo, engañando por un tiempo a un pueblo inconforme con su realidad. Apostando por alguien que había hecho del bloqueo y las marchas, el mecanismo del chantaje y la negociación más corrupta.
Los que apostaban que Evo en el poder terminaría con estas medidas, que durante tantos años han azotado la tranquilidad ciudadana y han provocado un terrible daño económico a las empresas y al propio Estado nacional, se equivocaron de plano. Por el contrario, el problema no era las medidas de presión, sino el motivo de la ilegal defensa de la hoja de coca, que va al narcotráfico en el Chapare. Hoy, verdadero interés de toda la siniestra estratagema montada contra la IX marcha indígena: Coca Sí y bosque No.

Inicios

Al anuncio de la construcción de la carreta, los pueblos indígenas de las tierras bajas, juntos con el Conamaq, dieron una de las muestras de valor más heroicas en la verdadera defensa del Tipnis. Develando el MÁS nauseabundo interés de los cocaleros y el corrupto interés de una empresa constructora que se cobra el favor otorgado en campaña.

Protagonistas

En su mayoría, los bolivianos que no solo habían votado por Evo, si no son protagonistas del actual Gobierno, que conocedores de los reales intereses de su Presidente, no tuvieron más que levantar las banderas de la protesta. No solo logró impregnar a todos los habitantes del país, sino logró traspasar cordilleras, océanos, para ser agenda del fulgurante mundo de las redes sociales y titular permanente de los medios de comunicación. Sí, el bosque está en riesgo, los indígenas son sus principales defensores de su habitad, de su presente y del futuro de un pueblo que ha respondido con su apoyo. El Tipnis somos todos, pasó de ser un slogan para convertirse en una contundente realidad.

La única verdad

El agotamiento de las tierras del Chapare, por la intensiva siembra de plantaciones de coca, demandan nuevas tierras. El incremento descontrolado de los cocales en la zona. El aumento de cocaleros que demandan MÁS espacio. Ausencia de políticas contra el narcotráfico. Incumplimiento de la ley 1008 por parte del Gobierno y permitir por la omisión que sembrar coca es una forma de ganarse la vida. Los mil millones que genera el narcotráfico, este es el interés supremo del poder actual en Bolivia.

Sin ley y sin palabra

Con una ley Corta aprobada por la Asamblea y sancionada por Evo, garantizaba la intangibilidad del Tipnis, garantizando que la demanda estaba atendida completamente. Con reuniones que se realizaron en el mismo palacio y sendos compromisos públicos ante todos los medios, se juró y perjuró que el Tipnis jamás iba ser avasallado, descartando la posibilidad que una carreta lo parta en dos y lo condene a su destrucción total.

Campaña millonaria

Desde el anuncio de la VIII marcha indígena, el Gobierno ha desplegado una de las MÁS millonarias campañas publicitarias. Desinformando, engañando y manipulando a la opinión pública, con todo tipo de spot y declaraciones. Satanizando a los que habían servido de escalera para alcanzar el poder. La mentira fue la punta de lanza.

La represión impune

Yucumo fue la población donde se había decidido reprimir y terminar con la protesta a cualquier precio. La masacre se llevó acabó con pruebas irrefutables, contra familias enteras, fueron separadas, agredidas y expuestas a la muerte. La MÁS negra impunidad reina, donde el Ministerio Público continúa su corrupta mascarada hasta el día de hoy. Donde desfilan los culpables para ser absueltos. Solo la huella indeleble del garrote y la cinta masking, está vivo en los millones de bolivianos testigo de tamaño crimen.

Escuchando al pueblo

Al otro día que partió el último marchista de la sede de gobierno, Evo y sus cocaleros se pusieron manos a la obra, desoyendo a los miles de bolivianos que había. Primero liberado de las manos policiales y después saliendo de sus casas para brindarle el MÁS apoteósico recibimiento antes visto en la ciudad de La Paz. Una vez MÁS, incumpliendo su gastado slogan: “obedeciendo al pueblo”. Los masistas continuaron con su pérfido plan, con una marcha de cocaleros financiada por el gobierno, llevando algunos indígenas que son parte del partido de gobierno. Con jugosos incentivos le daban colorido a la exigencia. Durante días el paseo se dio la tarea de otorgar el tiempo y los supuestos argumentos, para inventar una consulta dirigida, digitada y limitada. Aprobarla no fue problema, tienen la mayoría que sobra en la Asamblea, para hacer lo que le viene en ganas. Con su consulta a priori, pero celebrado a posteriori una vez más violan la ley y traicionan la mayoritaria voluntad del pueblo, pues todo se logra con mucha prensa, bastante miedo y cohecho.

Novena marcha indígena

Ante tan perverso incumplimiento, los diputados indígenas han abandonado el más. Claro, no todos, don dinero ha hecho estragos en la moral y la conciencia de bolivianos muy pobres. Algo que Evo y sus directos colaboradores saben de sobra. Regalos de todo tipo, pegas repartidas como prebenda, promesas de todo tamaño y dinero. Son la moneda que ha comenzado a moldear el escenario de beligerancia. Confrontación, apto para evitar el inicio de la protesta. El traslado de policías, militantes del MAS y cocaleros se han dado la tarea de convulsionar el Tipnis con toda clase de acusaciones personales a los dirigentes, ofertas de todo tipo. Manifestaciones orquestadas por el gobierno y sus asesores militares, cubanos y venezolanos.
Evo prácticamente se ha dedicado con exclusividad al interés superior. Haciendo uso y abuso de aviones, helicópteros y todo tipo de bienes públicos para el verdadero propósito de su gobierno, que es convertirnos en un país cuya pandemia cocalera sea imposible de revertir. Consolidando los miles de cocaleros que lo apoyan incondicionalmente. Sumando MÁS personas a la actividad, por ende al propósito político. Adquiriendo un poder económico, irresistible para miles. Imponiendo una cultura de corrupción y terror. Instrumentando el camino de la nueva reelección, que no le permite dormir. Llegó el día en que los pueblos indígenas, han levantado de nuevo la bandera de la unidad de los bolivianos. Donde la indiferencia está prohibida. Donde los prejuicios deben ser archivados. Donde debemos pasar del dicho al hecho. Donde hagamos sentir nuestro apoyo. Donde la violencia será el mayor acto de provocación del gobierno, los muertos el fin para criminalizar la marcha y con ello seguir el viejo libreto escrito con sangre, en los diferentes confines del territorio nacional.

El Tipnis somos todos

Todos los habitantes de Bolivia saben que Evo quiere dividir el Tipnis para avasallarlo con los nuevos cocales. Que hará todo para lograrlo. Que solo con tu apoyo activo el presente será preservado. Que no existe gobierno cuando el pueblo se moviliza por su vida. Que nuestros hijos también tienen derecho a conocer el bosque. Que lo indígenas deben ser apoyados no despojados. Que el bosque vive sin el hombre, pero el hombre no vive sin el bosque. ¡Basta de dividir al boliviano y su territorio! Vos sos el Tipnis, estoy seguro que harás tu parte. ¡Es hora ya!