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domingo, 18 de octubre de 2015

Octubre de 2015. Han transcurrido doce años. Pero para el gobierno no. Octubre sigue siendo octubre. Viven inmersos en ese mes al que le han dado todos los calificativos desde el año 2003. Lo sucedido se ha reducido a un número de víctimas a un juicio sin pies ni cabeza y a gritos de guerra vacíos. Solo eso queda en el viento frio de esa ciudad llamada El Alto. La verdad está ausente, como todas las verdades en la historia de la república.
Desde octubre 2003 el mundo boliviano se ha dividido entre neoliberales y revolucionarios. Los primeros derrotados, son los malos, los otros, los vencedores se han perdido en el barro de su victoria. Están empantanados. No pueden librarse de las cadenas con las que se envolvieron. Y han perdido el sentido del tiempo, del presente, para quedarse en el pasado.

octubre 2003
Dante Pino
Hubo una agenda de Octubre, hubo un traidor que dio el pasito al costado, que otorgó amnistía parcial a los victimarios, que les allanó el camino para que tomen el Poder y que ahora es agente del gobierno que lo derrocó. Otro Olañeta sin remedio.
Esa agenda fue agresivamente confeccionada por todos los que no estuvieron en octubre. Fue el resultado de la regresión que toda revolución tiene, desde el propio vientre que reniega del hijo engendrado y dio a luz un monstruo de muchas cabezas. Esas que ahora reclaman para sí el trofeo de una guerra que nunca existió.
Octubre fue el inició del retroceso, del desandar y de la mentira programada. Octubre fue, que ironía, la cárcel de los vencedores. Y ahí están incapaces de romper sus barrotes, de buscar la libertad y de posesionarse de lo que supuestamente ganaron.
Dan pena escucharlos gritando sus rencores y repitiendo lo mismo que desde hace más de cien años se dice: inclusión, industrialización, liberación, como si fueran cosas nuevas, nunca antes dichas y que de pronto se convirtieran en lo nuevo.
Tuvieron su oportunidad, pudieron construir y avanzar, pero se quedaron en Octubre. Bolivia sigue siendo un país minero y gasífero, de economía extractiva, invertebrado, analfabeto. Aunque sus hijos ocupen espacios como urbes desordenadas donde la pobreza se extiende como alfombra en todo el altiplano. Y con la misma contradicción histórica que tenemos, como una maldición de los dioses el dinero abundó en las manos equivocadas.
¿Pero qué podían hacer estos desdichados con todo ese dinero sin salir de la jaula en la que se encerraron? Nada. Con sus bolsillos repletos y las manos llenas de ese dinero caído del cielo, siguieron buscando al culpable, al neoliberal, al enemigo de su revolución, al amigo del imperialismo y al vende – patria.
Y ese enemigo que ya no podía pelearles, que se fue buscando refugio, que comenzó a construir su propia existencia, se hizo silencio. No volvió a abrir la boca ni se dignó a mirarles. Dejó que le insultaran y le persiguieran sin que todo ello le causara molestia. Han pasado doce años y los vencedores no se cansan de buscarlo y cosa de risa, aunque saben dónde está no lo pueden encontrar. De vez en cuando un familiar suyo habla sin pensar lo que dice y dice sin pensar lo que habla. A esto se ha resumido Octubre. Al grito de guerra, al reparto del dinero y al insulto.
No se vive en el pasado si se puede construir el futuro. Los que se auto asignaron la victoria de octubre son solo zombies que asustan pero no pueden hacernos nada. Lo insólito de todo esto es que los vencedores que construyeron la cárcel donde habitan quieren quedarse en ella para siempre y encerrar al pueblo junto a ellos. Repitiendo lo mismo cada día y haciendo lo mismo que dijeron que no harían. ¿Alguna vez podremos librarnos de octubre?