Estoy muy contenta porque al fin veré cumplida una de mis fantasías psicóticas más anheladas. Seré una y seré varias. Multiplicidad de identidades. Ya había perdido la esperanza de presenciar un zafarrancho de dimensiones astrales. Después de mi desilusión del fin del mundo del 21 pasado donde esperaba ver grandes lenguas de fuego y olas de tamaño Spielberg, me cae como anillo al dedo la posibilidad de espectar cómo se re-identificará a estos conejillos de indias en los que nos hemos convertido los bolivianos por obra y gracia de la excelsa imaginación masista.
Ya me tenía contenta ser parte de la inédita elección de robóticos jueces, ciegos, sordos y mudos, cuya mayor virtud es que es un genuino invento made in Bolivia, extremo que a todos nos enorgullece. Manga de imbéciles son todos los demás países del mundo que nunca se les ocurrió tan brillante idea. Y como ahora los medios privados de comunicación estarán obligados a pautar un 40% de sus espacios para la difusión de más ideas e iniciativas inéditas del gobierno actual mediante fidelistas e iluminadores discursos presidenciales, esto se está poniendo muy bueno. Extraño que nos martirizaran hasta acá sólo por TVB y TeleSur.
Lamento ensombrecer la alegría inocultable del ex presidente de la occisa Corte Nacional Electoral. Daba pena pensar que el pobre se había perdido el Órgano Supremo además de haber sufrido tanta ingratitud por sus esfuerzos inolvidables. Pero el Ministro de Gobierno, quien nos tiene embobados con sus arranques geniales, ha decidido borrar del mapa a Identificaciones de manos de la Policía Nacional. Ya los indispensables amigos venezolanos administraron una suerte de feria ambulante imprimiendo cédulas gratuitas para que todos pudieran votar en el revocatorio. Así que algo se conoce del asunto.
No hay por qué sean ellos los que sigan metiéndose las papeletas valoradas al bolsillo. Se ha ideado un nuevo e inmediato organismo bajo el ala protectora del translúcido y pío órgano ejecutivo y eso, además de devolvernos la confianza, le ha devuelto al inefable ingeniero Costas su ratonil sonrisa. Asombra la velocidad supersónica de la solvencia con la que ha asumido sus importantes funciones.
Pareciera que esto ya estaba a medio hornear. La ciudadanía que a estas horas hace inmensas colas en Identificación, está desorientada. Obtener CI o esperar por el nuevo. Ser o no ser. Ésa es la pregunta. Aunque suene a maldad, es menester advertirle a Costas que se prepare. Su labor será titánica, (licencia semántica más cercana al Titanic que a los colosos griegos). Cuando aún no se ha empezado a pensar cómo, ya se sabe perfectamente el cuándo y para qué. Siete meses tardará en dar a luz al primer documento de identidad. Y con número cambiado de nuestro querido carné tercermundista. Mi identidad será un nuevo número, pero, con chip incorporado. Mi licencia de conducir, otro número. Mi pasaporte, otro. Fascinante. Aunque no sé si no sería mejor de una vez, implantarnos el chip en alguna parte de nuestra anatomía a la que nunca le dé el sol. Me muero por saber cómo nos arreglaremos con los otros documentos como el registro de propiedad en el surrealista mundo de Derechos Reales. (¿Qué colonialista suena Derechos Reales?) Y ni hablar del padrón biométrico. Pero como somos nosotros, podemos volver a registrarnos y esta vez nuestro pulgar será reemplazado por el iris del único ojo que nos quedará después de pagar con el otro por esta genialidad.
¿Por dónde van a empezar? De nuevos a viejos seguramente. Lo que me da una gran posibilidad de morirme con mi mismo número de identidad lo que me ahorrará engorrosos trámites póstumos con la funeraria reservada y el terrenito asignado. Como el MAS es la génesis de Bolivia y Bolivia es la del MAS y ya se ha borrado de un puntabolazo toda la institucionalidad preexistente, es lógico que volvamos a nacer. Esta vez más vale que nos arrimemos a alguna nación originaria. Los criollos o descendientes de europeos (con el perdón de la palabra), aunque con siglos remándola por estas latitudes, somos en realidad apátridas. Aunque prefiero que me consideren alienígena. Ahora que todos estamos sujetos a la misma ley (del embudo), es un buen momento para reinventarnos.
El buen ministro Sacha desplazó a medio mundo a buscar placas truchas hasta El Alto. En la puerta de su Ministerio hay una vagoneta parqueada, con plaquitas prestadas de otra movilidad de pésima reputación según chismean por ahí. Ahora ya me explico por qué ayer se divisó a varios jerarcas del gobierno nuevamente trepados a un minibús.
¿Y si nos clonamos? Tarjetas de banco, clonadas. Placas, clonadas. ¿Por qué no nos clonamos? Ya hay varios miles de ovejas Dollys deambulando y algunas muy notables más altaneras que llamas. Hagamos un referéndum y decidamos el clon de quién queremos ser. Tiene que elaborarse una buena terna. Espero me dejen decidir a mí -la de la idea- a quién me quiero parecer. Buscaré un modelito bonito y esta vez descerebrado, que me hará la vida más feliz aceptando todo con la más idiota de las sonrisas.
Después de esta generalización y demolición de los “verde olivo”, justo cuando estaba por sugerir que sería bueno pedir al Vaticano la Guardia Suiza para la seguridad de SE, éste acaba de manifestar que está arrepentido de ser católico. Hay sumas que restan. Deben ser muchos más los católicos y cristianos arrepentidos de ser masistas. E innumerables moros también.
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