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domingo, 15 de mayo de 2011

qué "sofocón le habrá causado" a SE saber que Garzón no acepta su ofrecimiento. qué papelón anunciarlo primero, dándolo por hecho y resulta que...(Escribe Manfredo Kempff en El Día)

El Gobierno del Estado Plurinacional está entrando en una suerte de demencia marítima luego de que S.E. se dio cuenta que la diplomacia chilena lo había revolcado durante años a él, a su canciller, y a todos sus cónsules en Santiago, con el camelo ése de la “confianza recíproca” que se ajusta tan bien a la ingenua “diplomacia de los pueblos”, un aporte más de S.E. a las relaciones internacionales, que pasará a la historia con más pena y risa que gloria. Pues bien, cuando el pasado 23 de marzo, Día del Mar, sucedió lo previsto (que S.E. se diera cuenta que mejor le resultaba denunciar a Chile que abrazarse de él), no ha transcurrido un solo día en que no se distraiga la opinión de la gente hacia el asunto del Pacífico, hasta con costosas manifestaciones cívico-folclóricas, cursilonas y huachafas a morir, que han colmado las graderías del principal estadio paceño, llevando al borde de las lágrimas a una población engañada con un patrioterismo sacado de la manga en un dos por tres, que ha señalado a Chile como el próximo enemigo a descabezar. Y cuando al Estado Plurinacional y Multiétnico se le ocurre descabezar a alguien hay que andarse con cuidado, porque veamos la cantidad de encarcelados, procesados y exiliados que existen en el país por su pecado de no haber sido dóciles a los deseos de S.E. Para acobardar a Chile y para asustarlo S.E. había lanzado el notición: contratar al juez español Baltasar Garzón. Creyó el Gobierno del MAS que tal como Garzón tuvo en jaque a Pinochet en Londres, lo podría hacer con el derechista Sebastián Piñera. Esto parecía broma si no fuera que los bolivianos seguimos haciendo el ridículo y somos el hazmerreir en el exterior. Como todo lo que dice S.E. debe ser obedecido ciegamente por los empleados del Estado, y como todos tienen que ser complacientes con el “jefazo”, hasta el Vicepresidente Álvaro García Linera, reputado de muy inteligente, ya había declarado que los chilenos se pusieron nerviosos con el anuncio y que por ello recurrieron al insulto. No hemos oído insultos contra Bolivia desde el otro lado de la cordillera sino bromas y cotilleo. Los chilenos son irónicos y guasones, buenos para la “talla”, así que esto de contratar al español Baltasar Garzón para que defienda los derechos bolivianos de retorno al mar les ha debido causar mucha gracia. No nos fue bien contratando al general alemán Hans Kundt para que dirigiera la guerra contra Paraguay y dudábamos que nos fuera mucho mejor contratando a otro mercenario para que dirija una suerte de supracancillería marítima, que, imaginamos, sería la intención gubernamental. Kundt, por lo menos, amaba a Bolivia y quiso hacer lo mejor que pudo en el Chaco, equivocándose. El juez Garzón no conoce Bolivia ni por el forro, ni le interesa si no hay de por medio algunas víctimas de las dictaduras, y no creemos tampoco que el señor Saavedra, amo de la rimbombante Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima, le pudiera dar las lecciones diplomáticas e históricas que necesitaría para arrodillar ante el mundo a la diplomacia chilena. El problema es que S.E. sigue, desde hace más de cinco años, sin quién le aconseje bien. El miedo que le tiene su entorno palaciego hace que cualquier ocurrencia, por peregrina que sea, se cumpla a rajatabla. En el caso de Baltasar Garzón, era lógico que el anuncio de su contratación se debió hacer una vez que él hubiera aceptado el ofrecimiento y no antes. Finalmente Garzón no es un cacique originario cualquiera a quien S.E. pueda nombrar ministro o embajador a dedo como acontece en estos tiempos del “cambio”. Imaginamos el cabreo que habrá tenido don Baltasar al enterarse que desde Bolivia lo andaban buscando para que recupere un mar perdido en 1879. “¿Pero qué coño es esto?”, ha debido decir. Se habrá asombrado de que Bolivia sea mediterránea y de que Chile la hubiera enclaustrado a punta de bayoneta y tronar de cañón, para despojarla. Además, Baltasar Garzón, en su afición necrófila, estaba dedicado, hasta hace poco, a desenterrar osamentas de las víctimas del franquismo, asunto muy distinto a declararle la guerra a Chile, cuya principal universidad lo hizo doctor “honoris causa”, además. La avivada boliviana (¡pero si somos brillantes!) fue tratar de involucrar en nuestro pleito con Chile a un asesor de la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional de La Haya, como Garzón. Cuando más bien ese cargo lo inhabilitaba para aceptar la oferta de S.E. Pero, además, el propio Garzón dijo que le era imposible dar contento a S.E. porque también asesorará a la OEA para el proceso de paz en Colombia. En tal situación, ni el oro de las repletas reservas del Banco Central podían tentar a este juez para meterse en semejante enredo. Claro, nuestra Cancillería estaba papando moscas, mientras que los diplomáticos mapochinos sabían que Garzón iba a rechazar de plano comandar la ofensiva diplomática marítima boliviana e influir en La Haya contra Chile. Triste papel nuevamente el que se hace, penoso efecto internacional, y un tema más para aquel libro que sabemos se presentará sobre las “evadas” en el último lustro.

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