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lunes, 16 de enero de 2012

Susana Seleme recurre al ejemplo de Mandinga y compara la pretendida inmunidad del autárquico que se considera blindado ante todo



Mandinga proviene de la denominación de una tribu africana que sometía a esclavitud a otras etnias, por lo cual los pueblos de la región asociaban ese nombre con el sufrimiento. En América Latina, se atribuye en denominativo al diablo quien, luego de cometer su fechoría, deja un olor a azufre y de ahí el dicho ‘Mendinga ha metido su cola’, pero nade lo ha visto.

En Bolivia, pareciera que ‘Mandinga’ mete la cola donde le da la gana, como le da la gana y cuando le da la gana pues ningún funcionario del gobierno, empezando por el propio presidente Evo Morales, asume responsabilidades por las graves acciones contra la democracia y el Estado de Derecho que hacen sufrir a la ciudadanía sin distinción de clase, etnia y oficio.

Cualquier ingenuo podría pensar que Mandinga dio la orden para intervenir- frenar-escarmentar-castigar la marcha de los pueblos indígenas del Oriente y algunos de Occidente en contra de la carretera que viola el núcleo del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), pues el fiscal general del Estado exonera a Morales y al ‘vice’ García Linera de cualquier responsabilidad por aquella represión. Una vez más hay que aclarar que una cosa es la decisión política sobre cómo actuar en una coyuntura, y otra transmitir esa decisión convertida en orden.

Entonces, si las dos máximas autoridades del país ni el exministro de Gobierno, asumen su cuota-parte en aquel suceso ¿quién o quiénes tomaron la decisión en primer lugar, y luego quién dio la orden de intervenir-reprimir aquella marcha? A su vez, el excomandante de la Fuerza Aérea que mandó aviones para trasladar a los marchistas detenidos hasta La Paz -aunque no trasladó a nadie pues los detenidos fueron liberados por el pueblo, que doblegó a los represores- ha sido nombrado Comandante General de las Fuerza Armadas y dice que él actuó por “iniciativa propia” cuando mandó aviones para evacuar a los indígenas. ¡Vaya premio a la iniciativa privada, en ese caso! Y aquí cabe una pregunta de rigor ¿desde cuando las FF.AA deliberan por iniciativa propia, si constitucionalmente están prohibidos de ‘deliberar’?

En Bolivia se viola las cadenas de mando y nadie asume responsabilidades, pero queda olor a pólvora y muerte no precisamente porque ‘Mandinga metió su cola’. Vuelvo a recordar a Hanna Arendt cuando apunta que “... casi tan malo es sentirse culpable sin haber hecho nada concreto, como sentirse libre de toda culpa, cuando realmente se es culpable...”.
Aquí no hay dudas: el presidente Morales es el responsable de aquella violenta acción como de otras similares por ser la máxima autoridad del Estado. Él cree que está blindado frente a cualquier error y que es impune al veredicto de la sociedad critica porque se siente imnune: nada lo contamina, como todo autócrata autoritario. Y como todos ellos, desconoce los combates de la lucha dialéctica en el devenir histórico, político, económico y social.

Tampoco es Mandinga el que ordena perseguir a opositores políticos y cívicos, aplicarles ‘guillotinas judiciales’, destituirlos, meterlos presos u obligarlos al exilio. Sabemos que los fiscales Marcelo Sosa y Henrry Zuasnabar del complot terrorista-separatista contra los autonomistas de Santa Cruz, Beni y Pando, no responden a Mandinga, sino Morales, García Linera, Juan Ramón Quintana y su larga compañía. Todos ellos son enemigos de la pluralidad y la tolerancia políticas y, de suyo, del pensamiento político diferente al pensamiento único que pretenden imponer. Andan revestidos del manto de ser de izquierda, qué duda cabe, pero de la izquierda estalinista y totalitaria.

Tampoco fue Mandinga el que mandó 700 efectivos policiales a reprimir y sentarle la mano a los habitantes de Yapacaní, en emergencia durante tres meses por pugnas entre los masistas del oficialismo, con un saldo de tres muertos, decenas de heridos, dolor y rabia acumulada. Unos defendían al alcalde David Carvajal del MAS, cuyo único mérito, según un diputado de su mismo partido, es que “nació en Orinoca y que toca la trompeta” como Morales, nacido en ese pueblo y con igual oficio juvenil. Carvajal permitió a los colonizadores–cocaleros, principales base de sustentación política de Morales, penetrar a los Parques Nacionales del Chore y Amboró para cultivar la nada sagrada hoja de coca, mientras otros se oponían y oponen. El resultado ‘sin querer-queriendo’ es el incremento de la frontera agrícola de la coca para alimentar la economía política de la cocaína con más fábricas que producen la droga para exportar y el consumo interno que también crece, amén de violentos actos delictivos y delincuenciales propios de las mafias del narcotráfico.

En este caso como en Huanauni, Cochabamba, Pando, Santa Cruz, Caranavi, Uncía y otros lugares, Morales y sus hombres ‘dejan hacer y dejan pasar’ hasta que las cosas se pudren, sin capacidad de actuar a tiempo porque desdeñan al ‘abc’ de la práctica política en democracia: el dialogo, los pactos, los convenios para lograr acuerdos mínimos por el bien común. El gobierno ‘que nada cambia’, a pesar de autollamarse ‘del cambio’ hizo en Yapacaní, como otras tantas veces, uso del monopolio de la fuerza bruta y mandó a reprimir. Y siempre que las papas queman, a falta de argumentos, el gobierno pone cara de ‘yo no fui’, y se defiende achacando a la ‘derecha’ y a los ‘golpistas’. Así llevan cerca 90 muertes violentas en 6 años, y no fue Mandinga el que ordenó y ordena intervenir, reprimir, matar.

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