Los voceros, y aun los jefes de Estado de los regímenes populistas, han estado usando un lenguaje agresivo que llega al agravio y a la descalificación del oponente, incitando al odio y a la persecución de sus adversarios políticos.
Algo que no perdonan los autócratas es que les disputen, en elecciones, un cargo público. Automáticamente, el oficialista que se siente enfrentado en una elección democrática recurre a la bajeza, llegando a rebuscar motivos para una persecución judicial, cuando no la abierta represión. Pero esto no se limita a los periodos electorales, pues todos los días hay discursos, declaraciones y entrevistas de personeros del oficialismo, en las que –soberbia de por medio– se agravia, se acusa sin pruebas, se desafía y se ahondan enemistades.
Un caso reciente –no es el único– es el del presidente de Venezuela. En cuanto supo el resultado de las primarias propiciadas por los partidos de oposición y fue nominado Henrique Capriles Radonski como candidato único opositor a la Presidencia de su país, Hugo Chávez Frías, que en su actual condición debería comprender la fragilidad de la vida, que debe honrarse, se lanzó furiosamente al insulto procaz: “Mi misión –dijo– va a ser quitarte la máscara, ‘majunche’ (poca cosa), porque por más que te disfraces, ‘majunche’, tienes rabo de cochino, tienes orejas de cochino, roncas como un cochino: eres un cochino”, Y llegó a la amenaza: “Mientras más te empeñes en disfrazarte, más te vas a conseguir conmigo. Todos los días de este mundo, ‘majunche’, no me vas a poder evitar”.
Pero esto no solo se limita al lenguaje. Rafael Correa, el presidente ecuatoriano, no ha eludido ni podrá evitar la condena internacional por el fallo judicial que él mismo indujo contra el diario El Universo, de Guayaquil, pero por el cual dio marcha atrás recientemente con el perdón a sus directivos. Lo peor para el mandatario es que la que fuera jueza ecuatoriana, Mónica Encalada, denunció que Correa la presionaba para que fallara a su favor. Ahora, para completar su perfil autoritario, Correa “llamó a los pueblos latinoamericanos a ‘rebelarse’ contra la ‘dictadura’ que –según él– ejercen en la región los medios de comunicación ligados a grupos poderosos” (Infolatam. 27/02/2012).
No se queda atrás Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, fiel seguidor del ‘chavismo’. Un ejemplo: “Ortega recurre a insulto barato contra obispos”, publicó el diario La Prensa, de Managua. Añadió que “la presidenta ejecutiva del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma Núñez, comentó que el presidente Ortega busca con quien pelear y ahora lo hace contra los miembros de la Conferencia Episcopal”. Esto, para nosotros, resulta familiar.
¿Qué impulsa a los autócratas a seguir esta conducta? Quizá se trate de un desatado narcisismo que sale a la luz cuando hay críticas, y aun cuando no hay referencias adulonas. Para ellos, por estas supuestas afrentas, el enemigo más visible es la prensa. Chávez ya tiene el antecedente de haber cerrado medios de comunicación. Correa no se ha quedado en su guerrilla interna contra los medios de comunicación de su país, sino que ha intentado exportar iniciativas para controlar la libertad de expresión.
¿Qué impulsa a los autócratas a seguir esta conducta? Quizá se trate de un desatado narcisismo que sale a la luz cuando hay críticas, y aun cuando no hay referencias adulonas. Para ellos, por estas supuestas afrentas, el enemigo más visible es la prensa. Chávez ya tiene el antecedente de haber cerrado medios de comunicación. Correa no se ha quedado en su guerrilla interna contra los medios de comunicación de su país, sino que ha intentado exportar iniciativas para controlar la libertad de expresión.
Entre nosotros, es sabido que el presidente Morales dijo reiteradamente que la oposición a su régimen es la prensa, la cual es una de sus quejas favoritas.
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