I.- En países sin estructuras económicas independientes respecto de las deformaciones ocasionadas por el poder político, los discursos, declaraciones y comentarios de los gobernantes, influyen en la conducta de la gente más que los acontecimientos reales. Ese fenómeno, actualmente aquí en Bolivia, adquiere dimensiones imprevisibles con velocidad casi mágica. Los precios, por ejemplo, se rigen no tanto por las leyes del mercado como por los errores o exageraciones de niveles administrativos que intentan sus fantasías de espaldas a la realidad. En un medio que se mueve en la lógica de un capitalismo primario, importador, desalmado, donde autoridades de alto nivel pretenden que estamos muy próximos al socialismo bolchevique, puede suceder cualquier cosa. En la proyección absurda de esa contradicción entre lo real y lo fantasmagórico, la comedia alcanza extremos trágicos alarmantes.
II.- Es evidente que la subvención de aproximadamente setecientos millones de dólares a la importación de gasolina y diésel, significa un duro impacto para las finanzas públicas. El Gobierno, con recursos del Tesoro General de la Nación, tiene que pagar, anualmente, esa cantidad de dinero y como no hay milagros en la economía, esos pagos disminuyen los recursos del Estado impidiendo la realización de otras obras, quizá de mayor significado social. El sector público, cuando le falta dinero, sólo tiene dos vías para resolver tal déficit, en primer lugar, mejorar la producción y productividad de las empresas a su cargo como YPFB, ENTEL, BOA y otras o incrementar los impuestos agravando la pobreza de la población. Entonces, ante el imperativo de suprimir la subvención, no hay salvación posible. Claro, eso desde la perspectiva de las posibilidades económicas de un sector público como el que tenemos actualmente.
En otros países y con gobiernos cuidadosamente elegidos, habrían otras soluciones, por ejemplo, sustituir las importaciones de diésel y gasolina aumentando la producción de hidrocarburos, factible en un país con reservas probables de petróleo. En esta materia, uno de los errores graves, de naturaleza estructural, es haber debilitado en forma, ciertamente suicida, la prospección y explotación de nuevos pozos petrolíferos. La llamada nacionalización que tuvo pequeños éxitos, circunstanciales, liquidó la capacidad del Estado para manejar el tema hidrocarburífero en plazos de diez o veinte años. Al haberse ahuyentado la inversión extranjera, se privó al país de incrementar sus reservas y su producción. Los extremos, en esta materia, son igualmente antinacionales, lo correcto es acomodar la participación externa en el marco de planes y programas soberanamente definidos. Es una paradoja incomprensible que Bolivia importe gasolina subvencionada. Estamos a punto de importar otros derivados que podríamos haberlos producido no sólo en relación con nuestras necesidades, sino con requerimientos de los mercados vecinos. Aquí lo que falta no son recursos naturales, ni siquiera capital y tecnología, sino voluntad creadora y respeto por el pueblo. La gente sigue jugando a las concentraciones masivas en la lógica de aplausos y vítores que muy pronto se convierten en demandas insatisfechas y amargas frustraciones.
III.- Es también inexplicable, casi un atentado perverso, el haber incrementado la importación ilegal de vehículos, decimos incrementado, porque no fue sólo la legalización de los automotores que ilegalmente ya estaban dentro del país, sino el aumento alarmante de ese tipo de comercio. Durante todo el tiempo, ciertamente largo, en que se legalizó lo ilegal, las fronteras fueron invadidas por miles de vehículos de dudosa procedencia, incluso ocasionando el apresamiento lamentable y vergonzoso de militares bolivianos movilizados para tal efecto. Si asumimos que esa medida aumentó la cantidad de automotores en 200 mil unidades y calculamos que cada una de ellas consume mínimo 10 litros por día, estamos hablando de 2.000 litros de gasolina diarios que son beneficiados con la subvención de que se queja y lamenta tanto el Gobierno.
IV.- En lo que respecta a la subvención, el debate debe ser más sereno, todos los estados del mundo subvencionan con algo a su respectiva población o dicho de otro modo tienen la obligación de mejorar las condiciones de existencia de sus pueblos, el dinero que reciben por impuestos, de la cooperación internacional, de los ingresos que producen sus empresas y de otras fuentes, obviamente, es para dar a la gente oportunidades de trabajo mediante inversiones eficientes, así como servicios de salud, de educación y en general de evolución cultural. No es única, ni un favor especial esta subvención que preocupa tanto a los gobernantes. A base de esa comprensión será útil definir a quién se beneficiará con tal concesión y si vale la pena mantenerla. Como ya hemos dicho no hay otra solución verdadera que la de sustituir las importaciones, produciendo más petróleo. Otra decisión no productiva incidirá gravemente en la economía del pueblo, agravará la pobreza y con mayor rigor respecto de los sectores más desposeídos y débiles. Así, el discurso revolucionario a favor de los explotados, acabará en una trágica conversión precisamente contra esos niveles que ahora compran un pan con lo que antes compraban cuatro.
V.- El intento del año pasado y sus efectos, tanto económicos como sociales, debe ser tomado en cuenta con la debida serenidad y sabiduría. La gasolina y el diésel son productos estratégicos, influyen en la totalidad del resto de la economía, obviamente, con efectos multiplicadores. El precio del transporte subirá en porcentaje mayor a la subida de la gasolina y el diésel, lo mismo sucederá con los alimentos, la ropa, los farmacéuticos, es decir, se incrementarán en por lo menos dos o tres veces más que el incremento de los hidrocarburos, esto presionará en forma inevitable en el aumento de sueldos y salarios, lo que en un país como el nuestro, donde la oferta es débil o inexistente, elevará nuevamente los precios dando lugar a una espiral inflacionaria regresiva. Ésta es la paradoja trágica generada por el discurso político, allá donde la economía es débil, desorganizada e incierta.
VI.- Las acciones meramente críticas, aun en ámbito estrictamente periodístico, si no ofrecen alternativas o un margen de comprensión equitativa, se convierten en política sectaria obstruccionista, nosotros estamos lejos de esa posición, jamás nos hemos opuesto por el mero propósito de hacer daño al Gobierno, aplaudimos lo bueno, respaldamos aquello que para su éxito requiere el concurso de todos, criticamos lo malo, con argumentos demostrables y alternativas factibles. Este problema no es de fácil solución, las opciones, a simple vista, son igualmente duras para el país, mantener la subvención es debilitar la economía estatal con la agravante de los contrabandistas que están trasladando el ahorro interno a los países vecinos y suprimir tal subvención, significaría elevar el costo de vida con poca posibilidad de compensarla con un aumento de la oferta o de los sueldos y salarios. Éste es el drama de los países pobres y atrasados en los que, lamentablemente, los gobernantes juegan con hipótesis subjetivas de difícil aplicación o simplemente con fórmulas que corresponden a un nivel de imaginación insuficiente.
VII.- Hay cuatro alternativas, la primera, dejar las cosas tal como están con riesgo de acelerar la quiebra de la economía estatal. La segunda, suprimir gradualmente la subvención, lo que de ningún modo evitaría el aumento del costo de las mercancías, el riesgo de la gradualidad es que en cada aumento relativo, los otros bienes subirían como si fuera un aumento total. La tercera, sería un aumento de precios discriminado, por ejemplo, diferenciando vehículos de servicio público de vehículos de uso particular. El parque automotor es redundante, dispendioso, desorganizado y violento. Se puede reducir mucho con un buen servicio público. En ámbito particular, aproximadamente el 40 por ciento , es redundante, ocioso. Y la gran solución es fortalecer, seriamente, el Gobierno con planes y programas claramente definidos, con gente capaz y disciplinada y logrando una participación consciente de la población. El régimen, como ninguno, tiene a esta altura de su gestión, todavía muchas potencialidades, si no las aprovecha será sólo por su propia conducta. Este artículo se produce frente al desafío de declaraciones, que dadas las condiciones sicológicas creadas por el intento de suprimir la subvención, el año pasado, ya tiene efectos altamente nocivos contra la economía de la gente. Dos son los fenómenos que están comenzando a convertirse en acontecimientos descontrolados de base ficticia. Uno de ellos, es el estocamiento, es decir, una forma de ocultar los bienes, los comerciantes, no porque sean malos, sino porque ése es el comportamiento lógico de quienes se dedican a tal actividad, en cualquier parte del mundo, están acumulando mercancías con la intención de hacer subir sus precios. El momento en que se desate tal dinámica, los intermediarios buscarán precios de reposición, en otras palabras, los comerciantes como resultado de su larga práctica y de su instinto de conservación, saben que en circunstancias como éstas, el precio en que vendan sus productos no servirá para reponerlos, venderán en diez y tendrán que comprar en doce, catorce o quince. Y en lo que respecta a los hidrocarburos, lo menos que harán los transportistas, es mantener siempre llenos sus tanques, esto en el caso de personas que no tienen depósitos para acumular gasolina o diésel. Así, lo que alguien dijo, sólo por ingenuidad o por intento fríamente calculado de probar la reacción de la gente, se está produciendo un proceso de auto destrucción. Administrar un país es infinitamente mucho más que administrar movimientos sociales o sindicatos.
VIII.- Todos saben que reunir a la gente para discutir un asunto es con la intención de modificar ese asunto, nadie convoca a debates para dejar las cosas tal como están, esto quiere decir, que el anuncio del encuentro social es para convencer a quienes asistan a ese encuentro acerca de la necesidad de suprimir la subvención de la gasolina y el diésel. Repetimos, la gradualidad, tiene el riesgo de que cada incremento parcial ocasione subidas de precio mayores a su causa original, con lo que al final el costo de vida aumentará dos o tres veces más que el incremento de los hidrocarburos. Y la otra alternativa de carácter total sería muy dura para la gente, con efectos políticos quizá incontrolables.
La disyuntiva es la misma que atormenta a todos los países pobres del mundo: salvar la economía sacrificando al pueblo o salvar al pueblo sacrificando la economía, es decir, un drama sin salida dentro de los sistemas políticos conocidos. Esto exige imaginación creadora, organización sólida, ágil, eficiente, disciplina y honestidad. Entonces lo fatal se relativiza. El Gobierno si cambia algunos aspectos ideológicos y operativos, puede mejorar las condiciones de vida del país y salvarse en forma plausible, pero eso no hay en ningún libro y menos en fórmulas periodísticas. Son los gobernantes que deben realizar los esfuerzos necesarios para demostrar que son capaces de cumplir airosamente su compromiso histórico.
bolivia es una nación libre, independiente que jamás ha tolerado la dictadura. los intentos de establecerse de tiranos como melgarejo, bánzer, garcía meza terminaron en la derrota total de tal modo que el nuevo intento de colocar una dictadura revestida de populismo y "democracia" está también condenado a la derrota.
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domingo, 6 de noviembre de 2011
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