El encuentro que mantuvieron el martes pasado el presidente Evo Morales y el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, se ha prestado para tranquilizar a algunos e inquietar a otros. Nadie ha quedado indiferente con esta extrema cortesía de S.E. que llegó a nuestra Plaza de Armas con una actitud conciliadora que primero nos sorprendió y luego nos ha alarmado. ¿Qué ha venido a buscar a Santa Cruz? ¿Qué se trae esa gentileza que no tiene con nadie?
Porque S.E. ha ofrecido importantes inversiones, se ha mostrado abierto a impulsar las autonomías mediante el establecimiento de una comisión (¿?), ha prometido créditos, apoyo a la integración caminera, y hasta financiar la construcción de una avenida metropolitana que algunos no sabemos qué es. Lo de Miss Universo ya es historia pasada.
Los cruceños han pensado, con razón, que si S.E. alcanza la mano abierta no hay modo de rechazarla, hay que estrecharla. Eso es así con cualquier persona. El Gobernador, seguramente, ha sido quien más vueltas le ha dado al asunto y quien más horas de sueño ha perdido con esta visita. En fin, se dice que es mejor estar bien con el Gobierno que pelear con él y que éste prosiga con las amenazas de destituir a las autoridades de Santa Cruz, que nos trate como a bandidos y separatistas, que malogre pérfidamente nuestras exportaciones, y que se niegue a darnos los recursos que nos pertenecen por regalías y por el IDH.
Pero existe un problema muy grande en todo esto. Por lo menos es un problema mío. No le creemos absolutamente nada a don Evo. Como decimos aquí y en todas partes: S.E. no da puntada sin hilo. A él no le interesa ni el IDH, ni los créditos, ni la integración caminera, ni menos la avenida metropolitana. A S.E. le interesa solamente tener cada vez mayor presencia en Santa Cruz y para ello sabe que no sólo debe contar con los masistas collas (que le dan un tercio en la votación), sino conquistar para su causa a la clase media y sobre todo la élite empresarial.
Evo Morales anhela “aimarizar” el oriente boliviano. Pando fue invadido por miles de indígenas con los que el MAS pudo, por fin, ganar una elección. Beni y Santa Cruz son los departamentos chúcaros, que, pese a todo, se resisten. Pero S.E. es hombre terco que no se queda en paz hasta alcanzar sus metas. Y la meta fundamental para su Bolivia multicultural pasa por “aimarizarnos”. Si no lo logra, va a insistir en buscar terroristas, separatistas, narcotraficantes, y cuanta cosa pueda liquidar a Santa Cruz. Ahí están las leyes que aprueba la Asamblea como muestra de planes inconfesables. No olvidemos: la guerra contra Santa Cruz es total.
Aquí han venido a trabajar zafreros, comerciantes, obreros y empresarios del occidente. Muchísimos se han quedado a vivir porque hallaron el lugar que buscaban para establecer una familia. Los empresarios han invertido su dinero, han arriesgado, han ganado o perdido, siendo bien recibidos. Esta tierra es parte de Bolivia y cualquiera puede venir a asentarse. Eso no se pone en duda. Aceptamos sus comidas, su chicha, sus bailes, sus fiestas religiosas, como debe ser. Lo que molesta a los cruceños es que los collas nos quieran colonizar a la fuerza. Aceptamos que practiquen su cultura pero que no nos la quieran imponer a nosotros. No nos gusta que vengan a crear caos político y armar sindicatos donde mandan ellos. ¿Se ve alguna vez a un camba que no sea masista protestando o armando líos? ¿No es fácil, por la forma de hablar, ver que los dirigentes no son oriundos de aquí? ¿Por qué nos tienen que enviar indeseables? ¿Por qué tenemos que soportar la mugre en calles y mercados debido a que ciertos comerciantes de pollera no quieren cumplir con las ordenanzas municipales? ¿Cómo es posible que quienes son bien recibidos conspiren para destruir a quienes los acogen? ¿Qué es eso de imponernos por decreto un día feriado porque el solsticio es la festividad aimara? ¿Por qué no reponemos más bien los cruceños, como feriado, el Día de la Hispanidad?
Si yo recibo a alguien en mi casa y lo trato bien, no aceptaré que el invitado me diga lo que tengo que comer, beber, cómo bailar o a quién tengo que adorar. Ni que se orine en mi almohada. Decimos, por eso, al Presidente, que respetamos sus usos y costumbres, pero que nos respete a nosotros y que no esté alentando acciones para humillarnos. S.E. ha producido división entre los bolivianos y no queremos que se convierta en odio. Yo he vivido por décadas en La Paz y siempre he sido recibido con un trato extremadamente cordial. No había ira entre collas y cambas. Ahora no me atrevería a afirmar lo mismo. Bolivia se está dividiendo irremediablemente porque este Gobierno no deja vivir en paz a nadie.
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