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jueves, 19 de diciembre de 2013

Diego Ayo profesor de San Andrés focaliza la personalidad de Evo el líder, caracterizada por el narcisismo. provoca estremecimiento considerar que el destino de nuestro país, está en manos del líder, frente a rasgos psico-biográficos que provocan estupor y miedo. valioso

No parece muy sensato que un presidente pierda los estribos y acuse a un periodista de tener una amante ni bien éste le preguntó sobre qué es lo que iba a hacer con el segundo aguinaldo. ¿Qué significa esto? En mi criterio, lo que está en juego no son algunos deslices verbales del Presidente. Lo que está en juego, en realidad, es un tipo de liderazgo que tiene enormes efectos sobre la realidad nacional. El destino de un país, para que se me entienda, a pesar de lo exagerado que puede sonar, depende de un líder. La reciente muerte de Mandela nos lo recuerda. De ese modo, es necesario escudriñar en los recovecos psicológicos del Presidente para comprender que muchos acontecimientos que tienen lugar día a día, no responden, como muchas veces se cree, a programas sesudos de gobierno, ideologías que se respetan con verdadero fervor militante, sucesos del pasado que ameritan ser revertidos, sino que lo hacen a caprichos, inseguridades, recelos y demás sentimientos de una persona. Una sola persona: el Presidente.
Desafortunadamente no se conocen estudios que versen sobre los líderes políticos bolivianos usando un marco teórico de este tipo: psico-biográfico. Un primer intento lo realiza el profesor J. Michael Allen, en su trabajo “De los cultivos de coca en Bolivia a la Presidencia. El ascenso de Evo Morales. Un perfil psico-biográfico” (From Bolivia´s Coca Fields to the Presidency: the Rise of Evo Morales. A Psycobiographical Profile, Medical University of South Carolina, Charleston, SC, 2010). En él se pone en evidencia que Evo Morales se ve a sí mismo como la encarnación del pueblo boliviano, lo que hace que vea los mismos ataques contra Bolivia, como afrentas personales. Ello es propio de un líder narcisista. Realidad que se confirma al constatarse que él cree (realmente cree) que Estados Unidos conspira contra él a través de todos los medios, que él es el defensor de la naturaleza a nivel planetario y/o que los indígenas del mundo lo reconocen como su líder.
La inquietud que me produjo este texto me llevó a leer un fascinante trabajo sobre el liderazgo que traducido lleva el título de “Sobrellevando el lado oscuro del liderazgo: cómo convertirse en un líder efectivo, confrontando los potenciales fracasos” de Gary McIntosh y Samuel Rima. En él se definen tres tipos de liderazgo “oscuro”.
Uno, los líderes compulsivos, cuyos rasgos definitorios son: desean siempre tener el control absoluto de lo que pasa; ven cualquier crítica como un asunto personal; necesitan una constante aprobación de quienes lo rodean; son adictos al trabajo; son narcicistas y, finalmente, denotan una actitud rebelde, irritable y hasta resentida.
Dos, los líderes narcisistas, cuyos rasgos son: absorbentes en lo que hacen pues quieren que todo gire a su alrededor; profundamente exhibicionistas (les encanta salir en medios, inaugurar obras, bajar de aviones carísimos, etc); tremendamente inseguros (generalmente han tenido infancias difíciles y por eso no quieren que nadie les diga nada), algo que compensan llevando a cabo “grandes obras” (coliseos, estadios, palacios presidenciales, etc.).
Y, tres, los líderes paranoicos, cuyos rasgos son: miedo a que otros lo opaquen, lo que lo convierte en sumamente agresivo; notoriamente anti-intelectuales; espíritu concentrador y centralista, tomando todas las decisiones para evitar que “alguien lo gane”; y/o dificultad para entablar relaciones personales sólidas pues ello implica ser franco, algo que a este tipo de líderes cuesta mucho.
No hay duda, la mayor parte de estos rasgos definen a Evo Morales. Requiere de adulones y los tiene por montones; requiere ser permanente alabado y por ello se rodea de líderes como Chávez y/o Castro que le recuerdan día a día su rol mesiánico; es un soltero eterno; afirma sin rubor que a él le habría dado vergüenza hacer la universidad; persigue líderes de oposición para sentirse el único capo en estas lides; inaugura estadios cada día, y así un largo etcétera que no deja de llamar la atención, pues motiva a hacerse muchas preguntas: ¿cuánto del fracaso autonómico y la exacerbada centralización que se vive responde no a un plan estratégico (eso no quiere decir que no haya y que García Linera no lo revise diariamente) sino al narcicismo del Presidente? ¿Cuánto del despilfarro del Evo Cumple y otras obras presidenciales no responde a la inseguridad de este señor y a su deseo de compensar sus propios miedos con grandes obras? ¿Cuánto del odio que destila contra los opositores no tiene que ver con ese rasgo paranoico de los liderazgos “oscuros”? Hay más preguntas, pero mi respuesta a todas ellas es mucho.
Mucho. Así, aunque los valerosos revolucionarios llenen las páginas de los medios hablando del “proceso de cambio”, el “socialismo del siglo XXI” o demás edificios ideológicos muy coherentes, la realidad es menos coherente. Responde la más de las veces a la caprichosa personalidad de un hombre, con sus virtudes y defectos (me inclino más por lo segundo): Evo Morales y no a lo que define verdaderamente una democracia: las leyes y la posibilidad de regir el destino de un país por sus reglas y no por el compulsivo, paranoico y/o narcisista liderazgo de un hombre. En ese mundo, todos corremos el riesgo de que nos descubran a nuestros segundinos y segundinas.
El autor es profesor de la UMSA

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