Por la permisividad y la total falta de autoridad en Bolivia están surgiendo una serie de republiquetas que alarman a la población. No son las republiquetas de la Guerra de la Independencia, sino las de la anarquía y del crimen. Son espacios del territorio donde las autoridades incursionan con temor o sencillamente no asoman, porque están dominados por mafias que compran la conciencia y lealtad de la población o, con mayor frecuencia, las reclutan por medio del terror.
El Chapare siempre fue una republiqueta narco-productora, donde policías y militares que reprimían caían abatidos por disparos, por caza-bobos, o simplemente a palos. Hasta que el 2006 tomaron el poder y ahora los chapareños no le tienen temor a nadie. Ya no se habla tanto del Chapare productor de cocaína porque S.E. preside las seis federaciones de cocaleros de la zona y entonces decirlo sería injuriar al jefe de Estado. Además, porque la capital del narcotráfico ha cambiado de sede.
Republiquetas tenemos en las minas, con los cooperativistas, así como en el contrabando fronterizo donde los contrabandistas matan a tiros o linchan a quienes osan controlarlos. Si la Policía quiere intervenir para poner orden en las minas, que son usurpadas a los privados periódicamente, ya saben que serán recibidos a dinamitazos y pedradas. El narcotráfico, el robo de mineral y el contrabando, reinan en Bolivia.
Habíamos dicho que la capital del narcotráfico ha cambiado de sede. Desde el Chapare (Cochabamba) se ha trasladado a Yapacaní (Santa Cruz) según últimas estadísticas. Al extremo que ni siquiera se permite la construcción de un cuartel antidrogas en la zona. Quiere decir que Santa Cruz gana un galardón más en estos tiempos nefastos de asaltos crímenes y violaciones donde llevamos la delantera, y es la de ser cabeza del negocio más ruin que se conoce. Hemos oído testimonios en un importante programa cruceño de televisión, de que en San Germán, a 27 kilómetros de Yapacaní, el 90% de sus habitantes se relacionan de un modo u otro con el narco.
En esta reciente republiqueta la Policía entra con muchas precauciones, cuando va. Los delatores son tantos, existen tantos infiltrados en los organismos de seguridad, que las mafias saben el día y la hora en que los agentes actuarán. De resultas, cuando los uniformados caen sobre una fábrica de droga, no encuentran nada que no sean trastos inservibles.
Santa Cruz, generadora de riqueza limpia, ahora cobija a una republiqueta sucia.
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