Suficiente tiene Bolivia con los ayllus potosinos para darle la idea al mundo de que el país se está “talibanizando”, como para que el régimen de Evo Morales decida meterse en Honduras con Irán, país que parece estar con planes de encarar una nueva colonización en esta parte del continente.
El Gobierno del MAS le ha abierto las puertas a Irán en el campo económico, con posibilidades de explorar petróleo, desarrollar proyectos con las reservas de litio, aunque es por demás conocido que el interés de aquella nación musulmana es controlar los yacimientos de uranio que supuestamente existen en abundancia en el territorio nacional.
La ayuda iraní no viene sola, como ninguna otra cooperación internacional, por supuesto, pero en este caso, las implicancias son delicadas al extremo. La prueba de ello es que, en el contexto de la ampliación de las relaciones entre ambos países, que se dio con la llegada a La Paz de un alto funcionario de Teherán y el posterior arribo del embajador, Evo Morales adoptó una posición durísima, con serias acusaciones dirigidas a Israel, el principal adversario de Irán.
El presidente brasileño Lula Da Silva, muy criticado por los fervorosos abrazos que le prodigó al autócrata iraní Mahmoud Ahmadineyad, fijó muy claramente que su relación con el país musulmán no va más allá de lo económico, aunque hubiera querido pasarse de listo, tratando de hacer de mediador en un conflicto que le resulta lejano, con el fin de alcanzar prematuramente la imagen de un actor de talla mundial. En otros campos, sobre todo en lo que respecta al ideológico y el religioso, Lula ha sido muy claro en establecer las distancias. El ejemplo más palpable ha sido la condena que hizo Brasilia a la sentencia aplicada a aquella mujer acusada de adúltera, cosa que no hizo el régimen boliviano, que, en cambio, se mostró tolerante cuando en un hospital donado por Irán en El Alto, se obligó al personal femenino a usar el velo islámico.
El ejemplo de Lula no es el único. El líder cubano, Fidel Castro, también ha sido tajante con Irán en lo que respecta al tema judío. Pese a que Castro tiene posiciones bien claras sobre el conflicto israelí con los países árabes, le ha pedido a Ahmadineyad que deje de propagar mensajes antisemitas y que pare con la difamación a los judíos. Antes que marxista, revolucionario o socialista, Fidel Castro pertenece a la civilización occidental y lo manifiesta, cosa que parece estar en duda dentro del Gobierno de Evo Morales.
La penetración de Irán en Bolivia se da justamente en el marco de un renacer de posiciones fundamentalistas. Mientras que en Irán insisten en aplicar leyes anacrónicas para un mundo globalizado que debe dirigirse hacia la profundización de la democracia y la tolerancia, nada menos que en Estados Unidos, a un pastor evangélico se le ocurre quemar ejemplares del Corán, idea que ha merecido el repudio de todo el mundo occidental. El Gobierno de Evo Morales se ha propuesto descolonizar el país y aquello debería ser entendido como un reto para eliminar viejas taras como la corrupción, la pobreza y la dependencia. Sería un error cambiar un colonialismo por otro y menos girar hacia un paradigma extraño y ajeno a nuestra historia.
La ayuda iraní no viene sola, como ninguna otra cooperación internacional, pero en este caso los alcances son delicados al extremo. (Editorial de El Dia.SC)
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