Nos están encerrando en el miedo. Hay que combatir el miedo, hay que hablar y opinar libremente. Una vez más (y son muchas) insisto en que no hay transformación cualitativa en un proceso que deifica a una persona y que se apoya en el discurso único y en el aplastamiento de toda disidencia externa e interna.
El ex Presidente Jorge Quiroga ha sido condenado a dos años y ocho meses de cárcel por difamación y calumnias contra un Banco del país. El motivo, la declaración que hizo siendo líder de la oposición y Jefe de Podemos a propósito del mayor hecho de corrupción que involucró al Gobierno del presidente Morales.
Primera precisión: En nuestra relación personal a lo largo de nuestra vida pública y política, Jorge Quiroga y yo hemos tenido discrepancias ideológicas y probablemente nuestra visión de futuro para el país tenga diferencias, algunas de fondo y otras de matiz.
Segunda precisión: Jorge Quiroga ha sido un presidente demócrata y tiene una visión democrática de la sociedad boliviana. Tercera precisión: Ninguno de los dos temas anteriores es relevante a efecto de expresarle mi apoyo. Más allá del cargo que ocupó, es un ciudadano y expresa de modo simbólico la situación que Bolivia está viviendo, por lo que representa para todos. La condena es una aberración y una negación de la libertad de expresión y de la democracia.
Si no queda claro que la democracia es un valor al que la libertad le es inherente, no queda claro nada. Éste es el momento en que un demócrata debe tener el valor de decir con fuerza y valentía, la misma que el ex Presidente ha tenido de venir a Bolivia y enfrentar la maquinaria trituradora del poder, que este Gobierno está destruyendo valores democráticos esenciales. Es en la discrepancia de ideas, es ante los abusos cometidos contra una persona, independientemente de su filiación política, que uno prueba su consistencia ética.
Estamos hartos de los encubridores del autoritarismo a nombre de grandes principios y de abstractas afirmaciones de cambio. No hay cambio posible si la libertad no es el valor supremo de ese cambio.
Pero también hay que entender algo muy importante ¿Por qué la defensa de las instituciones del estado de derecho, de la independencia de poderes y de la correcta administración de justicia no es tomada como bandera por los sectores populares más humildes? Porque esos sectores jamás gozaron (ni gozan) de esos derechos, porque ése es el gran déficit de nuestra historia. Es una obligación prioritaria de Morales, hacer exactamente lo contrario de lo que hace, demostrar que el cambio es posible en y con la democracia, para que los derechos que fueron de unos pocos lo sean de todos. Quiroga es parte de ese “todos” y no hay un sólo argumento para justificar la arbitrariedad y el disparate de un fallo indigno de algo que remotamente se parezca a justicia.
En lo esencial el ex Presidente en su declaración expresó algo cuya vigencia es hoy incuestionable. Se debió investigar al banco que hizo el desembolso y a la forma en que se hizo. Esa investigación no se llevó a cabo adecuadamente. No se puede presumir que era cómplice, pero sí había que investigar si lo era. La gravedad del hecho, con una muerte incluida, planteaba ese imperativo. Hoy sabemos, además, que gran parte del dinero en juego no ha sido recuperado por el Estado.
¿Fue la declaración del ex Presidente muy dura o injusta? Ese tema no puede dar lugar a confusiones. Fue una expresión política en un momento muy sensible, fue parte, en consecuencia, del uso de la libertad de expresión, nada menos que del jefe de la oposición. ¿Qué autoridad moral tiene este Gobierno para responder del modo en que lo ha hecho? Ninguna. El Presidente es el campeón de las injurias y las acusaciones sin fundamento contra todos sus adversarios reales o inventados. Y no nos engañemos. El Poder Judicial y el Ministerio Público no son independientes, dependen del poder secante del Ejecutivo. Y, ojo, a riesgo de que me juzguen por difamación y calumnia, recuerdo que la Asamblea, de modo inconstitucional e ilegal, le ha dado a Morales, vulnerando el propio texto de la Carta Magna, potestad de nombrar a las máximas autoridades del Poder Judicial y, del mismo modo, ha prorrogado ilegalmente a la cabeza del Ministerio Público. Consecuencia: ambas instancias están condicionadas por el Ejecutivo.
¿Cómo se debe leer esto? Como la judicialización de la política que además mezcla justos con pecadores, para que en medio de este barro viscoso todos sean tratados de igual modo, y los ciudadanos no puedan distinguir los verdaderos esfuerzos de lucha contra la corrupción de la vulgar destrucción de los enemigos políticos.
La forma más perversamente sofisticada de hacerlo es a través del miedo. Nos está encerrando en el miedo. Hay que combatir el miedo, hay que hablar y opinar libremente. Una vez más (y son muchas) insisto en que no hay transformación cualitativa en un proceso que deifica a una persona y que se apoya en el discurso único y en el aplastamiento de toda disidencia externa e interna, que no es sino un proyecto de poder. Decirlo no nos exime de reconocer que hay una cuenta histórica saldada y un desafío de mirar el país de modo distinto, pero no se nos pida ser cómplices de quienes creen que la democracia es una entelequia sólo útil para permanecer mandando.
Por eso en este caso mi solidaridad con Jorge Quiroga es total.
El autor es ex presidente de la República
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