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miércoles, 1 de septiembre de 2010

fisuras en el MAS, porque MAS es Evo y Gobierno es MAS y es Evo. "Signos de debilidad" de El Dia

Los acontecimientos últimos, subjetivismos aparte, denotan que al acorazado MAS lo han estado autobombardeando en su línea de flotación. El recurso del uso de fusibles a fin de evitar que sea el motor el que se queme, se había utilizado hasta hoy con bastante éxito. Hasta ahora, para sus seguidores, la figura del caudillo máximo había permanecido impoluta. Los unos y los otros han apuntado toda su artillería, pobre por supuesto –lo es la oposición formal en estos momentos– hacia personajes de segunda línea. Para nadie es un secreto que el MAS es Evo Morales y que el Gobierno lo es también. Aún no ha osado sacar cabeza ni en las filas del oficialismo, menos en la oposición alguien capaz de desafiar, por ahora, ese indiscutible liderazgo.
Pero en los acontecimientos de Potosí, se empezaron a perfilar las primeras demostraciones que denotan la sospecha que SE no está tan libre de toda culpa y que sus posturas a veces inequívocamente totalitarias, no son sólo producto del mal asesoramiento. Si alguien hubiese pensado hace un año que en esa fortaleza que significó Potosí en las sucesivas consultas eleccionarias, se iría a llegar a la quema de muñecos representando al hasta ese momento intocable líder, nadie hubiese apostado nada. Las demostraciones de rechazo con gruesos insultos de por medio, estuvieron hasta hace poco dirigidas casi exclusivamente a los segundones y a los cortesanos de palacio.
Desde el momento en que SE se declara el único y supremo responsable de las decisiones que devinieron en los gravísimos incidentes de Caranavi, se demuestra que es el motor el que está actuando, aunque es innegable el entusiasmo con el que lo hace. Los fusibles o encargados de correr con los gastos de los propios errores –por decirlo suavemente– están resultando peligrosamente ineficientes.
Como si no bastase con él mismo, los voceros de las decisiones e intenciones del gobierno son variopintos. Al prematuro pero explicablemente envejecido vocero presidencial, le han brotado por todo lado múltiples oficiosos colaboradores que se adelantan a la posición oficial creando confusiones por momentos hilarantes, por otros patéticas pero las más, autoincriminatorias. Los llamados a sacar las castañas del fuego, se entretienen como verdaderos fogoneros haciéndole un flaco favor al gobierno.
A fin de aparentar equilibrio y mantener la estabilidad de la estantería, periódicamente -aunque cada vez con menores lapsos entre ellas- se ofrenda una cabeza propia. La más notoria y reciente, la del aguerrido jefe de los “Satucos”, otrora brazo operativo de la propaganda negra del oficialismo. Su germano compañero de desventura, asesor e informante, ha sido convertido en viajero frecuente de la ruta inquisitorial Santa Cruz-La Paz.
Los demás, los que sólo nos limitamos a observar a prudente distancia quedamos atónitos viendo cómo los acontecimientos se suceden tan vertiginosamente, que ya llegan a ser varios los juntos y revueltos arraigados, domiciliados, acusados, imputados o encarcelados, sin que podamos desentrañar las causas verdaderas de estas supersónicas acciones de los infatigables fiscales. A ellos mismos, en ágiles enroques cual alfiles, en cuestión de horas, los transforman de indispensables en desechables.
El gastado recurso a modo de muletilla, de que todos los tropezones gubernamentales son provocados por los derechistas neoliberales, los opositores o los americanos, al no ser creíble en lo más mínimo, refleja debilidad en el camino que desean recorrer.
Las frecuentes explosiones de intolerancia y malhumor de SE, no pasan desapercibidas para los que notamos objetivamente, cierta debilidad en la estructura. En esa práctica habitual del oficialismo, con esa soberbia y esa lógica de confrontación permanente; de la destrucción del adversario hoy enemigo, prolifera un virus que infecta todas sus acciones: el desgaste. Éste se torna inocultable cuando al que manda ya no le alcanza el poder que lo sustenta para seducir, sino más que para acelerar atropellos, que como toda acción apresurada e irreflexiva, puede resultar autodestructiva.
Si existe algo de autocrítica al interior del gobierno, sería sano que alguien explique que llega un punto, en que la debilidad invisible de la estructura es tal, que basta un leve golpecito para que se precipite la demolición.

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