Uno de los mayores aportes del MAS a la “cultura” boliviana –si
no el máximo– ha sido el bloqueo de calles y carreteras. Desde los
años finales del siglo pasado, un dirigente cocalero del Chapare, Evo
Morales, empezó a llamar la atención, no por su oratoria encendida, ni
por sus demandas sindicales, ni por su coraje temerario, sino porque
impuso un nuevo método de hacer política: el bloqueo.
Empezó a sonar en los oídos de la gente que la carretera Santa
Cruz-Cochabamba había sido bloqueada por cocaleros del trópico
chapareño y que la Policía y las FFAA habían despejado la ruta. Pero,
días después, la vital carretera volvía a ser bloqueada en cuestión de
minutos y los bloqueadores desaparecían. Las autoridades tenían que
ordenar nuevamente la apertura del camino, para, luego de unas horas,
encontrarse con que la vía estaba obstruida nuevamente.
Hasta que los bloqueadores decidieron desafiar a las fuerzas de
seguridad del Gobierno y permanecieron en las intercepciones
resistiendo desafiantes, provocando que la Policía y las FFAA se
cuidaran de causar muertes en su afán de abrirse paso. Entonces la
situación se tornó grave y la carretera troncal llegó a paralizarse
durante semanas, lo que causó daños sensibles al comercio de
exportación e importación, en especial de los productos cruceños,
perecederos en una gran proporción. La guerrilla de los bloqueos
cosechaba sus primeros éxitos.
A comienzos de la presente centuria los bloqueos se habían extendido
por la parte occidental de Bolivia como el contagio de la alfombrilla.
Los sitios se presentaban en la carretera La Paz-Oruro (otra ruta
vital) o en cualquier lugar donde una veintena de campesinos echaran
piedras al camino y unas cholas silenciosas se sentaran a cuidarlas
cual ovejas.
Como la guerrilla española contra los franceses o de los partisanos
contra la Wehrmacht, el bloqueo indígena distraía efectivos y no daba
tregua a los gobiernos de turno. Banzer, Sánchez de Lozada y Mesa
fueron las víctimas más afectadas. Todo esto, aparte de las
emboscadas asesinas y los secuestros que las fuerzas militares y de
erradicación de cocales sufrían en las picadas del monte chapareño.
Pues bien, Evo Morales no solo llegó al Parlamento por los réditos que
le dieron los bloqueos, sino finalmente a ocupar el poder. El astuto
cocalero pasó de bloqueador de caminos a Presidente de la República.
Caso único en Bolivia o en cualquier parte del mundo. Por supuesto que
de los bloqueadores de entonces ninguno o muy pocos deben perdurar al
lado de S.E. porque, como sucede siempre, otros son los que aparecen
moviendo la cola a la hora de gobernar.
Pero un adagio poco fino dice por ahí: “no hay inventor que no se
joda”. Y en este caso la sentencia cae como anillo al dedo. S.E. está
jodido con los bloqueos. Hoy, su gobierno, proporcionalmente, es el
más acosado por este método imposible de combatir con la ley en la
mano. Su método le ha pasado factura y ahora lo utilizan las juntas de
vecinos, gremios, universitarios, transportistas, comerciantes,
recoveros, cívicos, médicos, y si no lo han hecho los gays y las damas
de la noche, es por milagro. Ya lo harán.
Lo grave de todo esto, el mal irremediable que ha provocado el MAS y
su jefe al país, es que ha impuesto una fórmula diabólica para hacer
de los bolivianos una nación de ociosos. Nadie puede ser más ocioso
que un bloqueador que está sentado horas de horas, inmóvil,
acullicando, bebiendo, comiendo y “descomiendo” sin moverse junto a
unas piedras o unos troncos, con el único propósito de no dejar pasar
a nadie... gratis. Hasta el bloqueo se ha convertido en fuente de
corrupción, porque el que paga, pasa. Al abuso inaudito e ilegal de no
dejar circular libremente a los ciudadanos se agrega el timo.
Bolivia es hoy una nación bloqueada por donde se la mire. No hay
conflicto que no termine en un bloqueo. Y no hay bloqueo que no acabe
en una negociación con pobres ministros que tienen que volar al lugar
del bloqueo. Tanto peor cuando Bolivia se ha convertido en una amenaza
para el comercio con los vecinos, porque, de la noche a la mañana,
cualquier paso de frontera puede aparecer cerrado. Y ahí vemos las
filas de camiones, atestados de productos que se pudren, esperando que
el cacique de la región esté de humor para despejar la vía.
Así queremos ser la tierra que vincule los dos océanos a través de la
carretera interoceánica. Solo que estuvieran locos nuestros vecinos
para sujetarse a esa única alternativa. ¿Podríamos imaginar un convoy
de 200 camiones o de 200 vagones de soya brasileña con destino al
Asia, detenidos por un bloqueo de masistas borrachos? ¿Y que quisieran
quedarse con un camión o un vagón como pago para que pasaran los otros
199? ¿Imaginan bloqueado el rally Dakar porque quedó eliminado el
piloto boliviano?
El bloqueo es un cáncer que se está extendiendo por todo nuestro
cuerpo social. Este aporte del MAS está contagiando, además, a los
países vecinos. Es un cáncer maligno que solo se puede extirpar de un
tajo con el bisturí y sin anestesia.
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