Bajo el amparo de la Vicepresidencia del Estado y los ministros de la Presidencia y de Comunicación, un periodista argentino residente en el país acaba de producir seis documentales que reflejan “la injerencia norteamericana” en la política local desde 1920 hasta 2006, cuando el MAS llegó al poder.
Los documentales, se informó, serán “distribuidos masivamente” entre los jóvenes bolivianos, en un proyecto financiado por el erario público.
El ministro Quintana, con su brioso estilo, dijo que los seis documentales se realizaron mediante investigaciones “de mucha inteligencia” y “con mucho rigor científico e histórico”. Tanto, que una de las conclusiones de las mismas es que el cuatro veces presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro es el “peor lacayo” de EEUU que ha tenido nuestra historia. Así de “científico” y así de “histórico” (lo dice él, además, que fue alumno de la nefanda Escuela de las Américas y que trabajó para el Gobierno de Hugo Banzer a través del entonces ministro Fernando Kieffer).
Lo que no informó Quintana en su agitada alocución es a cuánto ascenderá el monto total destinado para producir y luego “distribuir masivamente” los documentales, pero la cifra debe ser elevadísima. Andrés Salari, el documentalista argentino encargado de la ambiciosa obra es periodista del Canal 7 y radio Patria Nueva, y corresponsal en Bolivia del canal gubernamental iraní. Tengo que decir que no he tenido la suerte de ver los documentales.
Quintana, en su discurso, expresó que el Gobierno busca con estos videos que los jóvenes “reinterpreten la historia”. En otras palabras, se usa dinero estatal para reescribir el relato historiográfico boliviano y, muy claramente, intentar desprestigiar al que muchos consideran el mayor estadista boliviano del siglo XX. Quintana y su “troupe” imaginan así que Evo Morales se erigirá como el “Presidente de la Historia” y que Paz Estenssoro no le hará ya más sombras.
Que un partido intente reescribir la historia y favorecer a un dirigente político sobre otro hasta podría ser aceptable. Pero que lo haga cuando está en el poder y que use recursos estatales para ello es ya inaceptable. Stalin lo hizo en la Unión Soviética y hasta borró de las fotografías oficiales la figura de León Trotski, su gran rival, antes de mandar a asesinarlo en México. El Gobierno actual, siguiendo esa idea, intenta también borrar a Paz Estenssoro del pasado boliviano, pero no necesita asesinarlo porque el buen caballero falleció por causas naturales antes de la llegada al poder del MAS.
¿Y por qué Paz Estenssoro le hace sombra a Evo Morales? Porque claramente, aunque le pese a Quintana, Dávila y compañía, fue un antecesor del movimiento que lidera el MAS. O, dicho de otra manera, el MAS bebe de las influencias ideológicas del movimientismo de los años 50: intento de inclusión de la población indígena (llamada entonces “campesina”), búsqueda de la construcción de un sistema de capitalismo de Estado, nacionalización y estatización de los recursos naturales, confrontación con los poderes empresariales de su época, uso de simbologías “antiimperialistas”, integración del oriente, etc.
Y, al igual que Paz Estenssoro y el movimientismo, el MAS también giró, una vez instalado en el poder, hacia posiciones conservadoras: pactó con los empresarios, intentó acelerar la llegada de inversiones extranjeras, aumentó la burocracia, coqueteó con las clases medias; finalmente, su dirigencia terminó por desechar la sobriedad de los primeros momentos para llenarse de los privilegios que da el poder: muchas fiestas, muchos autos, muchos asesores, muchos viajes, muchos genuflexos, muchos contratos sin licitación.
Por todo ello, el MAS es el MNR del siglo XXI. Con todo lo malo, y también todo lo positivo que ello implica. Hasta García Linera ha señalado aquello en varias oportunidades. Que el MAS valora los logros de la Revolución Nacional y que luego los profundizó.
El intento de Quintana es, por eso, penoso pero no nuevo. Se ha repetido a lo largo de la historia el hecho de que, simbólicamente, el hijo muchas veces intenta asesinar al padre.
Paz Estenssoro fue una figura compleja, como todo líder político. Tuvo luces y sombras, aciertos y errores. Pero supo reinventarse y, al final de su vida, salvó al país del desorden político y económico que sus propias políticas de los años 50 habían ocasionado, estableciendo las bases de la estabilidad macroeconómica de la que hoy nos beneficiamos todos. Y que especialmente beneficia a Evo.
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