Para destruir el capitalismo en América Latina, el presidente Evo Morales, candidato del MAS y caudillo indígena del movimiento de “cambio revolucionario continental”, está en campaña electoral a un ritmo frenético de 200 km/h.
Llegó al Palacio Quemado para quedarse “toda la vida”. Al comienzo nadie dio crédito a sus palabras.
Con el tiempo, la ciudadanía fue asimilando la extraña forma de gobernar del mandatario, que apenas está en su despacho un 10% de su tiempo disponible y vuela de aquí y allá a lo largo y ancho del territorio nacional, primero con ‘maletines negros’ de libre disponibilidad, luego con tractores de la misma procedencia y ambulancias donadas por España.
La gestión de Gobierno la deja en manos de dos grupos funcionales: el primero elabora decretos supremos para todo y, el segundo, los spots publicitarios sesgados y laudatorios al caudillo, que no han parado de martillar, durante tres años y medio y con gran eficacia, la conciencia de los ciudadanos.
La micropolítica ha sido intensa: bonos que llegan al bolsillo de los excluidos de siempre, bonos de lealtad a las estructuras militares para garantizar el ejercicio violento del poder, como sucedió en Pando, y el apresamiento indefinido del prefecto Leopoldo Fernández.
Algún día se conocerá el trasfondo de la generosidad de Podemos, que alargó el periodo de funcionamiento de la Constituyente e hizo viable el referéndum revocatorio, consolidando así planetariamente la imagen de apoyo al Presidente.
La política prebendal no ha hecho más que masificarse, para ello todo sirve y vale: donaciones, inauguraciones, licitaciones, dotaciones y todo cuanto el Estado y el Gobierno dispongan.
El país vive una algarabía de masa monetaria disponible proveniente de los rebalses del narcotráfico y el contrabando, incrementado por la utilización de por lo menos 15 ‘puertas’ de salida hacia mercados de Sudamérica y de ultramar, y la mega y microcorrupción en niveles medios y de base del Gobierno.
De todo esto se nutre la base electoral dura del caudillo y se va ampliando a sectores sociales de la masa periurbana, que no quiere perder la oportunidad de escapar de la miseria mientras otros, igual que ellos, mejoran sus ingresos.
La macropolítica energética es la que está un desastre. Una importante hoja informativa –Siglo XXI– refiere en su última edición que YPFB está importando GLP de Argentina, gasolina y diésel de Chile y sólo envía a Brasil 27 de los 31 millones de m3 diarios comprometidos.
Argentina tiene firmados acuerdos con Argelia y –¡vaya sorpresa!– con la misma Venezuela. Mientras, representantes indígenas de siete países sudamericanos reunidos en La Paz decidieron ‘desnacionalizar’ la lucha contra el sistema capitalista en el continente, y el Presidente, caudillo y candidato, está organizando para el 20 de julio un encuentro nacional con 329 municipios y nueve prefectos para entregar la ley marco de autonomías.
La oposición, entre tanto, sin estrategia, sin unidad ni candidato, está actuando en los marcos de la política antigua.
* memocapobianco@gmail.com
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