El proyecto bolivariano, del que es parte el Estado Plurinacional (EP) del MAS, mostró su decisión de encaramarse en el poder por muchos años. Y hará lo que haga falta para conseguirlo. La vocación de poder es consustancial a la vocación política, pero el camino y los medios para conseguir los fines, hacen la diferencia, y, en este caso, los prototipos están a la vista en la Cuba de los Castro.
Venezuela y sus satélites Bolivia, Nicaragua, y Ecuador son sociedades que se mueven al son de los caprichos del caudillo, con libertades limitadas, economías paralizadas, donde el capital y el trabajo legal y honesto encuentra sólo dificultades; sociedades cautivas del miedo por el uso del terror que desde el Estado se utiliza como arma de estabilidad política y social.
Este proyecto se vino con fuerza de desastre natural sobre Latinoamérica, gracias al increíble soporte financiero que recibe y a la convicción que demuestran los convertidos al materialismo dialéctico, comunistas de tomo y lomo, bien “aggiornados” con las banderas del indigenismo, la defensa de la madre tierra, la descolonización y el antiimperialismo yanqui. Sin embargo, en los hechos los indios aparecen sólo como carne de cañón, sirven para bloquear caminos, prefecturas, congreso, asamblea constituyente o chicotear opositores y avasallar propiedades. También está claro que han calculado que en estas tareas hay que sacrificar unos cuantos, ya la muerte no reconoce el color de la piel, pero “no importa cuántos, se trata de saber quién es el que manda” (Evo dixit)
En cuanto se refiere a su concepción de la Pacha Mama (Madre Tierra), la han convertido en vertedero de sustancias tóxicas para miles de fábricas de droga, hasta transformar a algunas áreas protegidas en “áreas sagradas”. Allí no entran policías ni militares, pero todo se realiza bajo control riguroso de otros organismos estatales y paraestatales, pues se incentiva y se protege el cultivo de la coca, la cual se rescata a través de multitud de cooperativas y sindicatos que dirigen su comercialización, ¿hacia dónde?, sólo hay un destino, al narcotráfico. Es un verdadero desastre ecológico. Aunque al narcotráfico se lo concibe como arma contra el imperio, entiéndase yanqui, no basta para que ese tufillo patriotero disimule el delito ni el daño irreparable que se está cometiendo contra millones de seres desvalidos frente a su vicio o adicción. Sin duda, lo que se está cometiendo con este proyecto incluye un delito de lesa humanidad, pero, en definitiva, porqué extrañarse, ¿qué es el hombre para un materialista, marxista o no, aparte de unos cuantos kilos de carne?
Es un proyecto descolonizador, pero si de descolonizar se trata nos encontramos con la paradoja de un gobierno que practica el colonialismo puro y duro, utilizando la etnia aymara, en el caso del EP, la “escogida por los dioses”, para atropellar a comunidades ancestrales de menor población. Esto es simplemente planificar genocidio, incluyendo el trasladar por coacción o engaño a poblaciones enteras fuera de su hábitat natural y cultural. Recuerda lo practicado en Siberia, a los Gulag, el llevar pueblos andinos al infierno verde que esconde las selvas de Pando, sin tomar en cuenta antes de cualquier asentamiento que exista la infraestructura mínima para que seres humanos, no animales en jaula, puedan desarrollar actividades productivas que garanticen su subsistencia y además expresar su dignidad cultural y espiritual.
¿Habrán calculado los muertos por malaria, por ahogamiento en ríos desconocidos, por desnutrición debido a enfermedades típicas del trópico y hasta por ataque de animales salvajes o venenosos? Todo parece movido por fines político electorales y el control de un territorio apto para el contrabando y el tráfico de droga hacia Brasil, puente hacia África, Asia y Europa.
Materialismo dialéctico, pero como lo dialéctico se alimenta de confrontación, el Foro de Sao Paulo lo sabe y lo utiliza. Muera el imperio gringo, pero ¡Viva el imperio castro-chavista! En tres años y medio el EP lo ha experimentado todo, confrontando ciudad-campo, mestizos-indígenas, ricos-pobres, latifundistas-sin tierra, camba-colla, Estado-Iglesia, etc., aunque “los castro” han enfrentado hasta a los hijos contra sus padres, como en la URSS, la China de Mao o el totalitarismo hitleriano. Para salir de esa jaula social hay que aprender a nadar, estar dispuesto a enfrentar tiburones, o entrenarse hasta nivel de campeones olímpicos o mundiales e intentar la escapada en la primera oportunidad pidiendo asilo político.
Frenar todo esto no será posible sólo con buena voluntad, una sonrisa o discursos pletóricos de promesas. Detener tanta macana exige lideres de talla suficiente como para renunciar al protagonismo, dispuestos a brindar toda su energía, experiencia y conocimiento para elaborar una propuesta a favor del desarrollo económico acelerado, asumiendo el reto con competencia técnica y compromiso ético, de manera que se pueda predecir con cierto margen de exactitud y no sólo de error, cuándo, en qué tiempo, se borrará la oprobiosa presencia de la pobreza extrema y la exclusión presente en nuestra sociedad.
Pero un líder de esa talla, en democracia, no debe salir de las catacumbas sociales, sino de un consenso buscado con transparencia, con participación de partidos, instituciones civiles, la sociedad en consulta desde abajo, porque democracia esencialmente es participación. Se trata de remover a un autócrata, a un proyecto dictatorial, no de cambiarlo o sustituirlo por otro. Y nadie va a imponernos un candidato.
Las líneas maestras del proyecto alternativo están trazadas por los propios errores del gobierno, su corrupción, su connivencia con el delito, su sentimiento de odio y revancha hacia todo lo plural o distinto. Por tanto, hay que garantizar reconciliación nacional, borrar del léxico el “seremos implacables” del vice: amnistía política y ante la justicia a los transgresores a la ley. Hay que ordenar el gasto público, reorientado a la inversión, apoyando y garantizando a la inversión privada, impulsando por todos los medios, la generación de empleo y la igualdad de oportunidades: buscar el reconocimiento de méritos como un objetivo social.
Hay que quitarle el pasto a la demagogia de los dictadores, que se alimentan y lucran de la miseria y las necesidades de sus pueblos. Rema en contra, la soberbia, el enclaustramiento, que puede dar al traste con cualquier alternativa al totalitarismo bolivariano, que avanza independiente de si las encuestas dicen Evo se cae o no hay quien le gane. Cualquier alternativa exige unidad en el fin, el bien de todos, para enfrentar racionalidad a barbarie, democracia a dictadura, reconciliación al odio, un Estado que garantice las libertades y los derechos individuales. Ahí sí, estamos a uno u otro lado.
*ICEES, Santa Cruz (Bolivia)
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