P or momentos, escasos, me causa gracia lo disparatado de los recursos extremos a lo que apelan a fin de remontar popularidad algunos de los más ridículos dirigentes latinoamericanos. Y la gracia desaparece del todo cuando pasado el momento, viene la reflexión: ¿hacia dónde vamos y hasta cuándo se permitirá que se destrocen los valores y principios que la sociedad ha tratado de conservar para sus futuras generaciones?
Lo más insólito que he oído de Hugo Chávez en los últimos tiempos es su versión científico-político de lo deshabitado de Marte. Llegar al extremo de relatar a sus atónitos oyentes, que los imperialistas gringos con su capitalismo son los causantes de la desaparición de una civilización marciana, no puede menos que provocar risa. Pero para la mente tierna de un niño, esta aseveración puede tomar carácter aterrador. U oírlo defender a Gaddafi con afiebrada vehemencia cuando el resto del mundo lo señala como un déspota asesino. ¿Quién miente? Al final lo dijo nada menos que el señor Presidente y ¿si no le creemos a él, a quién entonces?
Cristina Fernández, quien anda aún más perdida desde la desaparición de su socio y cónyuge, hizo una demostración tangible de esas que sabemos que se están haciendo las cosas mal para su país, pero muy bien para sus propios intereses, disimuló su participación en el bloqueo a las plantas de impresión del Clarín y La Nación en días pasados. Esto la ha ubicado como la más grande luchadora contra la libertad de prensa y eso amerita una visita personal del caribeño y tal vez, una nueva maleta de petrodólares para la cercana campaña proselitista. Y los gallineros se alborotan y colmo de colmos, una Universidad argentina dando gusto a la Presidente, otorga ¡nada menos que a Chávez! un premio por su labor en pro de la libertad de prensa. El cinismo pasa a castaño oscuro.
Lo más insólito que he oído de Hugo Chávez en los últimos tiempos es su versión científico-político de lo deshabitado de Marte. Llegar al extremo de relatar a sus atónitos oyentes, que los imperialistas gringos con su capitalismo son los causantes de la desaparición de una civilización marciana, no puede menos que provocar risa. Pero para la mente tierna de un niño, esta aseveración puede tomar carácter aterrador. U oírlo defender a Gaddafi con afiebrada vehemencia cuando el resto del mundo lo señala como un déspota asesino. ¿Quién miente? Al final lo dijo nada menos que el señor Presidente y ¿si no le creemos a él, a quién entonces?
Cristina Fernández, quien anda aún más perdida desde la desaparición de su socio y cónyuge, hizo una demostración tangible de esas que sabemos que se están haciendo las cosas mal para su país, pero muy bien para sus propios intereses, disimuló su participación en el bloqueo a las plantas de impresión del Clarín y La Nación en días pasados. Esto la ha ubicado como la más grande luchadora contra la libertad de prensa y eso amerita una visita personal del caribeño y tal vez, una nueva maleta de petrodólares para la cercana campaña proselitista. Y los gallineros se alborotan y colmo de colmos, una Universidad argentina dando gusto a la Presidente, otorga ¡nada menos que a Chávez! un premio por su labor en pro de la libertad de prensa. El cinismo pasa a castaño oscuro.
El uso de las formas democráticas para sumar todo el poder o perpetuarse en él, tiene en el Poder Judicial su mejor aliado. Alelados observamos cómo poco a poco, los administradores de justicia se van convirtiendo en simples marionetas de los caudillos de turno sin que ni uno sólo de ellos se atreva a denunciar lo que está sucediendo. La razzia hacia la oposición se viste de legalidad procesos mediante. La Asamblea Legislativa ya no es cámara de resonancia del parecer de toda la sociedad. Si un personaje en cuestión, además, pertenece a las filas del oficialismo, se acepta una estupidez como la de Rojas quien genuinamente convencido de lo que expresa, propugna una ley para institucionalizar la tortura. Como dicen los chuquisaqueños, ya no hay valor para aguantar tanto disparate. Para ellos no existe la Comisión de Ética ni la figura de Desacato. Para ello, hay que saber qué es ética y hay que saber acatar para poder obrar en contrario.
El acceso a fondos obscenamente ilimitados para propaganda convierte lo falso en verdadero y vivimos una crisis entre lo veraz, lo verídico, lo aparente, lo real o lo francamente fraudulento.
Ante este panorama, qué difícil conducir un joven hacia la edad adulta. Esta promiscuidad de acontecimientos exige de los adultos formados, una potencia extraordinaria para dilucidar la verdad de la mentira. El problema es que hoy en día el acceso a la información es ilimitado, los niños y adolescentes oyen y ven absolutamente todo. Y ya no se trata de explicar sobre las abejitas, las semillitas o la cigüeña que vino de París o esporádicamente sobre eventos extraordinarios. Lo grave es la cotidianidad de las disparatadas incongruencias. Cómo explicar que algunos policías, esa clase especial de seres humanos que existen para proteger a todos y a quienes debemos respetar, son ahora los peores delincuentes. Cómo explicar que se utilicen indefensos animales, los mejores amigos del hombre, degollarlos y dejarlos desangrarse a la vista de todo el mundo, en gráfica amenaza mafiosa como la cabeza del caballo en El Padrino. Cómo explicar que el Presidente recibe en su despacho a un Alcalde de su propio partido que está siendo procesado por narcotraficante. Cómo hacemos para hablar de lo malo del dinero mal habido de los hasta ayer ciudadanos como uno hoy contrabandistas, o de la cantidad de dinero al que accede el amigo del colegio porque su padre es un conocido blanqueador. ¿Cuántos padres se sentirán perturbados de no dar a su familia lo que tiene la del vecino, y procurar marcar con éxito que la diferencia radica en la honestidad de uno contra la opulencia deshonesta del otro?
Lo amargo de todo esto, es que es gracias a la irresponsabilidad y tropelías de nuestra clase dirigente y nuestra pasividad cómplice, hoy por hoy, entre payasadas, intimidaciones y falsedades, se está socavando los cimientos mismos de una sociedad que aunque muy lejos de ser perfecta, es lo que casi todos habíamos logrado construir alrededor de un Dios, la familia y la colectividad.
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