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lunes, 24 de octubre de 2011

Iván Arias que se considera ciudadano de la República de Bolivia se refiere al masismo discriminador y difamante o intrigante que puso en práctica o quizo hacerlo el culto a la persona para hacerse del poder y no soltarlo como en Cuba, como en Líbia, como en Egipto pero ya vemos cómo les va a los prorroguistas


    Tanto dolor, tanto desprecio, tanta tozudez, tanto tirar plata para terminar en el principio del círculo, para terminar reculando al punto que no querían. Así, su tan predicado “cambio” resulta desenmascarado y evidenciado como un embuste, en realidad como lo fue desde un principio, pues sólo los ingenuos pudieron creer que el MAS tenía un plan de Gobierno y que alguna vez cocaleros, empresarios cooperativistas, transportistas y comerciantes podrían estar pensando en una sociedad de iguales. Lo que sí tenían las cúpulas masistas era una estrategia de poder, una estrategia de copamiento y destrucción de todo lo que se opusiese a lograr ese objetivo y para ello tuvieron la genialidad de utilizar conceptos, consignas y mitos que a los bolivianos nos mueven a partir de nuestra historia de frustraciones, complejos y odios no superados. Para empezar se mostraron antichilenos, con la famosa “guerra del gas”, para terminar siendo los mejores aliados de una presidenta que supo manipularlos a gusto de sus políticas estatales. Como siempre estito nos costó retroceso, sangre y mucho dinero. Luego, alimentando nuestro complejo de David bíblico, supuestamente “nacionalizaron” las empresas petroleras, cuando en realidad sólo las espantaron pagándoles millones de dólares para renegociar nuevos contratos que lejos de convertirnos en el centro energético sudamericano nos ha relegado a marginales proveedores de gas sin miras a lograr la tan predicada industrialización. Henchidos de patriotismo se lanzaron contra el supuesto origen de todos los males: ¡la Constitución neoliberal! Y así despilfarramos millones de dólares, ingentes dosis de odio y otra vez sangre para aprobar una nueva Constitución que en la práctica no cambia nada y que sólo se convirtió en el trampolín para perseguir, encarcelar a los opositores y acabar con toda institucionalidad autónoma en favor de su copamiento. Otra vez involución. Pudiendo ser estadistas, optaron por seguir siendo sindicalistas. En su hábil lógica de poder posicionaron al supuesto indígena como el líder mundial de los pueblos indígenas y como defensor de la Madre Tierra. Pasado el tiempo el mismo indígena declara no ser tal y demuestra en la práctica estar más consciente de un desarrollo arrollador, destructor y mercantilista. Otra vez le pusimos a la hoguera mucho de racismo, ecologismo y dinero que se esfumaron. Derrochamos más de 100 millones de bolivianos en unas elecciones judiciales inéditamente estúpidas para que sus resultados sean manipulados en bien de no cambiar nada, pues, la justicia seguirá siendo corrupta, ineficiente y sometida al poder de los políticos. Nos dijeron que en cinco años llegaríamos a ser como Suiza dada la bonanza económica expresada en nuestras reservas internacionales. Los ingenuos y llunkus del engaño hasta llegaron a hablar de una “evonomics” y hoy el superluchito, con la misma cara de “yo no fui”, nos dice que tenemos déficit y que no se podrán cumplir los aumentos salariales ni los habrá para el próximo año. ¿Acaso que no les darían cátedra a los neoliberales? ¡Volver a los 77! “Sí o sí, se hará la carretera por el TIPNIS”, dijo el Presidente a cinco días de iniciada la marcha de los pueblos indígenas que se oponían a tan mal proyecto, allá por el 15 de agosto. Después de 60 días de destilar odio, acusaciones, represión, sangre y mucho dinero contra los indígenas de tierras bajas, como si nada, los recibe en Palacio y acepta, con trampitas conceptuales de por medio (no pueden con su carácter), todas las demandas de los marchistas. Es así cómo los actuales detentadores del poder (ya sea en economía, educación, salud, servicios básicos, derechos humanos, etc.) nos han tenido en estos cinco años en un maldito círculo vicioso de retraso, despilfarro y eterno recule sin sentido. Como dice Carlos Jahnsen (2011) “El masismo sólo fomenta una hibris empapada de discriminación y difamación. Sobresalta la pervivencia de mentalidades pre-modernas en medio del acelerado desarrollo modernizador”. Este bloqueo no es ni siquiera producto de una estrategia de poder sino es expresión de un culto personal, como no podía ser mejor en un Estado autoritario y en un Estado arbitrario, “¡el Estado es él!”. En este Gobierno presenciamos no sólo a un “rey” sin vestimenta, sino también a un emperador y a todo un sequito de príncipes y princesas; es una “sociedad de socios” enamorados de su poder, convencidos del esplendor de sus vestimentas “revolucionarias”. Iván Arias Durán es ciudadano de la República de Bolivia.

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