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sábado, 8 de octubre de 2011

Oscar Peña Franco no es santo de mi devoción quizá por su postura de defender, antes de ahora a Evo Morales a todo trance, hoy habla de la posibilidad de la presencia de tanques a las calles. (ruido de sables, decimos)


El deterioro de la estabilidad social que mortifica al país desde que los indígenas dieron en Trinidad su primer paso hacia la sede del gobierno, ha sido fuente de confrontaciones ideológicas y enfrentamientos físicos cuya secuela abre campo a presunciones idóneas para todos los gustos. Algunas cometen pecado de ingenuidad. Otras, transgreden los más elementales preceptos de la lógica política. Las hay también propensas al bullicio antidemocrático. Forcejean todas con éxito en procura de ser escuchadas.
Hay que escucharlas, tratando de traspasar los tupidos velos tras los que permanecen escondidos los días que vendrán.
He aquí algunos de los ejercicios en los que tan pródiga se muestra hoy la imaginación colectiva.
Respecto del escabroso universo político, la “narrativa” (nuevo vocablo incorporado al discurso posmodernista), habla cuando menos de tres corrientes: la de los partidos de derecha que mantienen vivo su entusiasmo para debilitar y aun dar al traste con el actual Gobierno, la de grupos disidentes de una izquierda más radical que creen ver en esta coyuntura la oportunidad de “profundizar el proceso revolucionario” y una tercera posición, fácilmente identificable, que ha logrado un buen talante de parte de las capas medias de dos ciudades grandes y sueña con extender sus fueros hacia la topografía electoral en la que, hasta hoy, se ha mostrado imbatible el Gobierno masista, Evo Morales, en realidad.
La debilidad de la primera dimana de su incapacidad para la consecución de su objetivo por sí y para sí. La segunda, es como sueño fugaz en noche de pesadilla. A la tercera, la marcha hacia el poder se le hace sendero abrupto pues no se basta a sí misma y necesita pactar con la derecha que ha sido, hasta ahora, el blanco de su fragoso lenguaje.
Lo dicho, sin embargo, no son las últimas palabras. La fluidez del fenómeno social presente es capaz de mostrarnos sorpresas. La llegada de los marchistas indígenas a La Paz y las condiciones en que se produzca, puede introducir nuevos elementos.
Queda, todavía, otra posibilidad que no por indeseable debe ser descartada. La de los tanques. Impensable hasta hace poco, hoy asoma a lo lejos su sombra fantasmal. Su memoria penosa y aciaga.
Es esta una posibilidad remota, más no inexistente. Cobró, en los últimos días, valor como tema de conversación, lo cual no significa que sea inminente o algo parecido.
Que los tiempos no están para ambulancias ofendidas por su conversión en herramientas represivas, es cierto. Que nadie con dos dedos de conciencia quiere tanques en las calles y ciudadanos en las prisiones, también. Que los golpes militares son cosa del pasado, sí, pero sólo hasta cierto punto. Dice que el pasado se parece al futuro como el agua se parece al agua… No es esta una apreciación alarmista, sirve para subrayar las características críticas del momento que vive el país y para creer, con convicción democrática, que se hará lo suficiente para superar la conflictiva situación.
 
El autor es periodista

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