En uno de los cumpleaños de Evo Morales, su vicepresidente Álvaro García L. hizo gala de darle como regalo el libro de Sun Tzu “El arte de la Guerra”.
El vicepresidente desplegó en este acto su doble intención de mostrarse como un erudito y por añadidura dejar por sentado que es el generador de todas las acciones de guerra interna que emprende el gobierno de Evo Morales. Ese regalo publicitado nos dejó en claro que el vicepresidente cedió a la tentación de ostentar una superioridad sobre el primer mandatario, quien a pesar de haber obtenido hasta el momento una gran colección de títulos honoris causas que le han gestionado sus amigos, es de conocimiento general que no tiene otras lecturas de la realidad que no sean las que le ha otorgado su paso por la actividad sindical.
También los libros del propio puño del vicepresidente que hablan de puntos de bifurcación, de estrategias creativas envolventes, son un corolario a las veleidades con las que este no sólo intenta impresionar sino mostrarse como el verdadero Napoleón de las batallas libradas por el Estado Plurinacional, el verdadero príncipe detrás del trono, el general que guía las tropas y juega a la guerra noche y día usando como laboratorio la extensión del territorio boliviano y los más diversos destinatarios sin reparar en credo, raza o clase social, pues todos tendrán que bancarse en su momento las persecuciones que salen del seno del Ejecutivo.
El presidente Morales disfruta complacido el juego que comparte en todas sus versiones y sigue al pie de la letra el libreto que le han planteado, que es el del avestruz que esconde la cabeza y deja el cuerpo creyendo que nunca será tocado por las consecuencias del juego inventado para los fines de expandir su poder incluso fuera de los límites nacionales. Es así que cada vez que se va a desatar un jueguito de violencia, el presidente viaja creyendo que con ese truco infantil se libra de culpa y responsabilidades.
Han jugado a la guerra en La Calancha, Cochabamba, Pando, cerco a Santa Cruz, Caranavi entre otros lugares y ahora le tocó el turno a los indígenas amazónicos quienes resultan en el presente un estorbo para los planes del gobierno porque defienden los derechos de la madre tierra y los que ellos mismos detentan en el sentido de salvaguardar su habitad y su identidad tal como lo establece la CPE aprobada con violencia y sangre por el MAS.
El juego de la guerra, además de estar destrozando a Bolivia y generando grandes dolores a los bolivianos, no está tampoco obteniendo las victorias que se suponen debían apuntarse a cuenta y riesgo de la expansión del poder que es lo que se proponen los actores actuales. Finalmente los resultados resultan negativos incluso en el sentido de economía y administración del poder: el gobierno y sus funcionarios bajan su popularidad día a día, existe una acumulación de desaciertos, de agraviados, de decepcionados, de perseguidos, de desmarcados de los cuadros del partido, etc, etc y un pueblo descontento, harto de contemplar la fanfarria macabra del poder que sólo produce violencia, persecución, corrupción, distorsión de valores y del ejercicio político.
Los juegos de la guerra que experimentamos los bolivianos son tan torpes que parecen surgir de mentes no sólo febriles sino que incluso apuntan a personificaciones morbosas de Napoleón Bonaparte o de Adolfo Hitler. Sólo para señalar una de las reglas básicas del arte de la guerra aplicada exactamente en sentido contrario por el gobierno de Bolivia, observemos que el libro de Zun Tzu planea: “existen tres maneras en las que un gobierno civil lleva al ejército al desastre…” refiriéndose en este texto al modo en que puede tomar un gobierno civil acciones militares confusas, ordenes y contraordenes, intervenciones desproporcionadas y desatinadas, etc, etc, tergiversando la función de servidores de la nación que deben tener las fuerzas policiales o del ejército, causando graves daños a la población y por último perdiendo el timón de su fuerza militar para ganar el irrespeto, el rencor y la animadversión de su gobernados.
El gobierno no sólo se ha equivocado de camino eligiendo la guerra y la confrontación para “conquistar” o ganar el poder en Bolivia, sino que incluso dentro del camino elegido ha sido absolutamente incompetente dando lugar a acciones descabelladas y fuera de contexto, por las que ha obtenido victorias pírricas o consecuentes fracasos y derrotas en lugar de el éxito al que apuntaban.
Como el juego se ha agotado y ya es tan evidente al punto que no toma por sorpresa a nadie, el gobierno pretende arreglar sus torpezas con mentiras, inventos e infundios, creando situaciones y casos que resultan sórdidos e inverosímiles por su falta de credibilidad e incluso de nivel de realidad. Es así que vuelven una y otra vez a gritar que la prensa está generándoles oposición, que hay fantasmas opositores que guían las acciones de reivindicaciones como en el presente caso del TIPNIS, donde pretendieron alegar que los policías actuaron solos, que los marchistas son rebeldes o terroristas que quieren provocar un golpe de estado, o boicotear las tristemente célebres elecciones judiciales.
Ante el fracaso de la última estrategia de violencia sobre los indígenas, los ministros e incluso el presidente y el vicepresidente salieron a hacer el papelón de mostrar en público sus debilidades, pretendiendo contarles a los bolivianos malos cuentos del tío con los que han tratado de distraer la atención ante la contundente evidencia de deslices, delitos y violaciones que fueron perpetradas con planificación, saña y alevosía y con conocimiento de todos los estamentos del gobierno.
Finalmente los militares y policías a los que el gobierno ha sometido con migajas y espejitos comienzan a ver las consecuencias y los riesgos de ser obsecuentes y sometidos al poder de un partido. En la cadena final de desaciertos, ellos terminan siendo los chivos expiatorios para eludir las responsabilidades de los cargos ejecutivos. Como tampoco esta situación les dio una salida, pues los policías y sus mujeres amenazaron de manera frontal con un amotinamiento, develar la verdad de donde vinieron las órdenes y plantear un juicio al presidente y sus ministros, como última salida han optado por sacar a sus milicias a la calle, intentando armar una confrontación para desplazar sus culpas, destruir el movimiento indígena con sindicaciones, persecución y encarcelamiento.
Es necesario aclarar que esto les funcionó hasta el momento, así se montó el caso de El Porvenir, La Calancha, El supuesto caso de terrorismo de Santa Cruz, pero en la presente situación esta intencionalidad es evidente así cuente nuevamente con la posibilidad de armar otra vez una confabulación internacional con la UNASUR y organismos internacionales como la OEA a la cabeza de Insulza que no tiene ninguna intención de proteger derechos y libertades de los pueblos sino que persevera en la intención de proteger gobiernos para los que trabaja. El pueblo sigue expuesto a las torpezas, el avasallamiento, la violencia y las mentiras de quienes destruyen y producen todo tipo de averías y violaciones a su paso. El gasolinazo primero y ahora la guerra por el TIPNIS ha terminado por mostrarnos la verdadera cara del actual gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario