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jueves, 6 de octubre de 2011

Karem Aráuz retrotrae el juego del oculta oculta con sus claves de frío frío...caliente caliente, para referirse al laberinto en que se ha metido SE y su escudero que no deja de aplicar sofismas (mentiras y embustes) para salir de la masacre del TIPNIS, sin éxito alguno

El Presidente y su Vice me retrotraen a la infancia cuando se jugaba a ocultar cosas y la única clave de aproximación para los que buscaban, era frío- frío, tibio- tibio, caliente- caliente, hasta que se quemaba. Lo que significaba que se había encontrado lo escondido resultando un ganador.

Lo recuerdo porque en este juego de adivinanzas y pesca-pesca a lo que se ha reducido la conducción del Estado, están tratando por todos los medios de aproximarse a un acierto que convenza a alguien.  Nunca antes se lanzó semejante sarta de globos de ensayo, que van desde lo más simplista como acusar a los ganaderos cruceños, pasando por los medios de comunicación (uno de sus más trillados recursos) hasta lo más rebuscado pues hoy, cuando el nuevo anzuelo lanzado es la Policía.

Claro, como se sabe que la gente está cabreada con ellos por abuso de la fuerza, quién sabe por ahí la carnada funcione y logre inclinar la balanza a su favor. Parecen no darse cuenta de que todos los recovecos del laberinto que ensaya el oficialismo, conducen al mismo lugar.

El Vice parece estar ganando por ahora este rosario de genialidades, porque ha declarado que solo él sabe quién ordenó la intervención de la marcha indígena, pero que se reserva el derecho de dar a conocer tan sustancial dato. Para mí, están tratando de ganar tiempo mientras con ahínco y sin disimulo, mueven lo escondido de un lugar a otro quebrantando las reglas de juego, lo que hasta en nuestros códigos infantiles, derivaba en la inmediata expulsión.

Lanzarse contra la Policía acusando a algunos de sus miembros de “no estar con el proceso de cambio”, o lo que da lo mismo “con nuestro gobierno”, o finalmente o lo más imperdonable aún que es “no les gusta el Presidente”, en una aseveración que evidentemente no los dignifica ni a los unos ni a los otros. La Policía se supone, es una institución apartidista llamada a la defensa de la ciudadanía toda dentro de un Estado que no es más que el gobierno y el pueblo en su conjunto.

En represalia a que nadie cree en el abanico de propicios culpables que proponen, el Presidente se aferró a la información que fue divulgada no solo por los medios de comunicación tradicionales, sino y sobre todo por las redes sociales, relativa al deceso de un infante emergente de la despiadada represión. Recuperando su energía y su temperamento, pregunta una y otra vez “dónde está el muerto” con un ahínco digno de mejor causa.

Hay dos niños que evidentemente perdieron la vida, no imputables a la represión claramente, pero sí al avance de una marcha que nunca debió iniciarse si las cosas se hubiesen hecho como correspondía, empezando por cumplir simplemente con la Constitución. Hay que puntualizar dos aspectos.

Hay gotas que colman los vasos. Si escudriñamos un poco en el sentimiento colectivo y las razones del estallido de protesta, va más allá de la repulsa al uso desmedido de la fuerza. Si hubieran arremetido con esa saña contra cualquier otro grupo social, la ira hubiera sido la misma. Pero diferente. Es el discurso de lo indigenista, descolonizador, de lo originario y del supuesto respeto y amor a la naturaleza,  lo que ha sacado de sus casillas a los hasta hoy alelados bolivianos que parecía que nos tragábamos todo.

Y sobre muertos, tenemos una buena cantidad de tumbas desde el 2006 que aún no han sido atribuidas, pero lo serán.  Recordemos Uyuni, La Calancha, Porvenir, la toma de la Prefectura de Cochabamba, Caranavi e incluso, los muertos del operativo del hotel Las Américas, que en vez de exponerlos a la opinión pública nacional e internacional como los terroristas contratados por los separatistas que se suponen que eran, los liquidaron pese a tenerlos acorralados. Así que si de muertos se trata, parece que la población boliviana tiene muchas dolorosas interrogantes, más de sesenta,  que eventualmente deberán ser contestadas.

Por un momento, casi casi nos convencen poniendo al mismo Presidente a disculparse ante el país. Pero como para los duros revolucionarios es una señal de debilidad reconocer los errores,  antes de las veinticuatro horas las actitudes volvieron a la normalidad. Nuevas agresiones, acusaciones y renovada postura de contraproducente confrontación.

Hoy se iluminaron varios rostros cuando se recordó que para las judiciales hay que dictar auto de buen gobierno y hay que prever entonces, qué pasará con los marchistas. Algún mefistofélico pensamiento estará a estas horas deslizándose por los pasillos palaciegos.

Lo más difícil de admitir, es que no haya una sola cabeza que piense en lo mucho que está perdiendo el Presidente. Su proceso de cambio se está diluyendo, el Estado Plurinacional se está corrompiendo y  su liderazgo se está caricaturizando.

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