Por donde pasa S.E. queda un reguero de dinero. El gas natural que debió ser la turbina impulsora del desarrollo nacional a través de la tan anhelada industrialización, hasta ahora sólo ha servido para sostener en el poder a S.E. y al pesado y caro aparato gubernamental manejado a tumbos por el MAS. Los beneficios del gas no se han invertido, como se debiera, para potenciar a la nación sino que se han despilfarrado. Una cosa es invertir y otra gastar, eso ya lo sabemos. No se ha visto una inversión adecuada de los incalculables miles de millones de dólares que ha recibido el gobierno desde el 2006, pero ha saltado a la vista que Bolivia vive una bonanza económica que se traduce en un asistencialismo desmesurado – hay bonos para todo – y en la ejecución de obras innecesariamente costosas, además de gastos principescos en aviones, vehículos, congresos, mítines, proclamaciones, traslados de gente, conjuntos musicales, artistas bien pagados, “misses”, y algo muy criticable: propaganda política.
Si no fuera por el gas que produce una renta magnífica, tal vez S.E. y los masistas no estuvieran tan enloquecidos por conservar el poder, ni por ir a un tercer período de gobierno y mostrar que quieren un cuarto y quinto, si es posible. ¿Cómo S.E. va a querer soltar la mamadera gasificada si ya se halla en los umbrales de la gloria? ¿Acaso no está todo el Estado Plurinacional lleno de fotos y gigantografías del líder aimara? ¿No ha dicho el ahora alegre bailarín vicepresidente que S.E. es un dios al que se debe cuidar? Con tantos millones de libre disposición y ante a un pueblo pobrísimo al que se lo hace feliz con una arroba de arroz o unos cuantos ladrillos, S.E. se debe creer un emperador romano, todo un César. Eso, sin haber ganado una sola batalla, porque dicen que ni siquiera combatió junto al pueblo paceño en aquel lejano octubre del 2003.
No cabe duda de que S.E. es un hombre afortunado, lo que no está mal. Tener suerte es algo maravilloso, que todos desearían. Pues al jefe cocalero, que tuvo el mérito de ganar limpiamente unas elecciones presidenciales, lo ha protegido alguna deidad. Porque mientras los gobiernos anteriores se batieron en la miseria más grande, lo que fue algo endémico en la historia de Bolivia, a S.E. le llovieron dólares por todas partes desde el primer día porque – ya lo han dicho todos los candidatos de oposición – sus ingresos fueron diez veces más grandes que los de sus antecesores.
S.E. debe creer hasta ahora que ser presidente de la República es una bicoca. Debe creer que es facilísimo. Creerá que todos los mandatarios anteriores se rascaron en el palacio y que por ociosos no viajaban tanto como él. No sabe que esos señores tenían que hacer sumas y restas en su despacho, junto a sus ministros. S.E. debe estar seguro de que todos tuvieron lo que el destino le dio a él: plata a montones. Por eso los discursos de S.E. ante el Congreso, los movimientos sociales, los municipios, las gobernaciones, son tan manidos. Repite y repite que en el 2005 tal o cual región recibía tanto y ahora en su administración el doble o el triple. Y vengan los aplausos. Y venga el engreimiento del vitoreado. Es cierto, claro que sí, pero S.E. no dice – o no le han dicho a él – que su gobierno recibe 12 mil o más millones de dólares anuales por exportaciones, que no se deben a él sino que, pese a él, se deben al fantástico precio del gas y al mercado que le dejaron puesto Paz Zamora, Banzer y Goni.
Antes los gobiernos llamados neoliberales, para hacer un puentecito de 20 metros, tenían que llamar a licitación, tenían que seguir todos los pasos legales a que les obligaba la ley, pero no era sólo por la obligación legal, sino porque había que buscar lo más económico. No existía dinero para pagar lo más caro. Hoy hasta las licitaciones han pasado a la historia porque, según dicen, no hacen otra cosa que atrasar el arrollador impulso hacia el progreso que quiere imprimirse en el tiempo del Pachacutec.
Eso de no licitar la obras, de trabajar con adjudicaciones directas, puede ser otro de los motivos por los que el MAS quiere eternizarse en el poder. Porque los masistas saben perfectamente que con una pequeña ojeada los auditores o contralores que vengan algún día, quedarán asombrados del derroche sin respaldo y la justicia, ya no dependiente del gobierno, abrirá las rejas de las cárceles para alojar individuos por tantas cosas oscuras que van a encontrar. Ahora mismo ya se sabe de muchos asuntos turbios pero que no se pueden investigar. Este es un motivo más para aferrarse al poder.
Si no fuera por el gas, por las generosas y abundantes flatulencias de la adorada Pachamama, si se secaran los gases, S.E. no estaría tan desesperado por ser reelegido indefinidamente.
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