La oclocracia
Miradas (publicado por el diario El Dia de SC)
Salvador Ruso - Aristóteles definió tres formas de degeneración del gobierno: la tiranía, la oligarquía y la oclocracia, siendo esta última el gobierno de la muchedumbre, de la masa orteguiana.
Polibio, doscientos años antes de Cristo, llamó oclocracia al fruto de la demagogia. Según su teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos, la oclocracia se presenta como el peor de todos los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder. La oclocracia suele estar promovida por la influencia de intereses, derivando su peligro de su intento de hacer degenerar la democracia para mantener el poder de forma corrupta buscando su legitimidad al sentirse apoyados por el sector más ignorante de la sociedad, hacia el cual vuelcan todos sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores.
Polibio, historiador griego, en su obra Historiae, VI, 3, 5-12; 4, 1-11, sobre el 200 a. C. llamó oclocracia al fruto de la acción demagógica y la definió como "la tiranía de las mayorías incultas y uso indebido de la fuerza para obligar a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones o regulaciones desafortunadas". "Cuando ésta (la democracia), a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia", Historiae, VI, 4. Según su teoría anacyclose -teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos (a la que alude Maquiavelo)- la oclocracia se presenta como el peor de todos los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder. Polibio describe un ciclo de seis fases que hace volcar la monarquía en la tiranía, a la que hace continuación la aristocracia que se degrada en oligarquía, luego de nuevo la democracia piensa remediar la oligarquía, pero zozobra, ya en la sexta fase, configurándose como oclocracia, donde no queda más que a esperar al hombre providencial que los reconduzca a la monarquía.
Según El Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau, se define oclocracia como la degeneración de la democracia. El origen de esta degeneración es una desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto como comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse ésta, en última instancia, de una "voluntad de todos" o "voluntad de la mayoría", pero no de una voluntad general.
Según el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) en su Vindiciae Gallicae la oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo.
Desarrollo material
Es común que dicha situación pueda estar promovida por la influencia de intereses. Ilustres pensadores como Aristóteles, Pericles, Giovanni Sartori, Juvenal, Shakespeare, Lope de Vega, Ortega y Gasset o Tocqueville han advertido de un permanente peligro para la democracia popular: el interés de los oclócratas que ejercen el poder para hacerla degenerar en oclocracia con el objetivo de mantener dicho poder de forma corrupta, buscando una ilusoria legitimidad en el sector más ignorante de la sociedad, hacia el cual vuelcan todos sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores.
En el desarrollo de esta política, sólo se tiene en cuenta de una forma superficial y burda los reales intereses del país, dirigiéndose el objetivo de la conquista y al mantenimiento de un poder personal o de grupo, mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables; etc. para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la oratoria, la retórica y el control de la población. La apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación.
Así se mantiene un dominio sobre masas en movimiento que hacen valer sus propias instancias inmediatas e incontroladas creando la ilusión de que se impone un legítimo poder constituido sobre la voluntad popular. Sin embargo, tal y como asegura Rousseau en El Contrato Social falta la piedra angular, es decir, la voluntad general de unos ciudadanos conscientes de su situación y de sus necesidades, una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y para ejercer su poder de legitimización de forma plena. De esta forma, en la oclocracia la legitimidad que otorga el pueblo está corrupta, pasando el poder del campo de los políticos al campo de los demagogos.
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