Por Óscar Espinosa García
Jesús en el evangelio sentencia: “Todo reino dividido contra sí mismo, acaba devastado y cae casa sobre casa” (Lc. 11, 17). Esta metáfora podemos aplicarla a Bolivia, que actualmente es un país dividido y además se encuentra politizado, con el Estado de derecho quebrantado y con el principio de autoridad perdido. No es posible prever que se vaya a destruir como país, pero se están perdiendo muchos atributos esenciales que hacen al país que la mayoría de los bolivianos deseamos tener, como la democracia, el desarrollo económico, la posibilidad de que todos tengan lo necesario para tener una vida digna y la sociedad donde todos podamos ser felices y vivir en paz. La devastación consistiría en que Bolivia se convierta en un país proscrito, pobre, atrasado y con un desarrollo discordante con el que tienen los países que lo rodean.
Bolivia se encuentra profundamente dividida entre oriente y occidente, campo y ciudad, masistas y no masistas. Ha habido enfrentamientos entre mineros asalariados y cooperativistas, indígenas y campesinos, citadinos y rurales, comunarios y mineros. En esta situación, no se puede llevar a cabo ningún esfuerzo de desarrollo, porque éste necesariamente necesita de un acuerdo y de la acción combinada de todos.
En eso consistió la “agenda de octubre”, en quebrar al país. Es cierto que el gobierno del presidente Evo Morales se ha encargado de dividir a los bolivianos, de destruir a las instituciones, de debilitar el Estado de derecho y de hacer perder el principio de autoridad. Pero también hay que recordar, que este es el camino que ha elegido un poco más de la mitad de los bolivianos para la conducción del país y que todavía tiene apoyo. Al elegir al gobierno del MAS se ha optado por la lotería política, que consiste en poner la esperanza en un caudillo y en el cambio político. Se ha preferido lo ficticio en vez de lo real, lo irracional en vez de lo racional, lo incoherente en vez de lo coherente. Tenemos que convencernos que el desarrollo social y económico no vendrá de la política, sino del trabajo y del esfuerzo, del respeto a las autoridades, las leyes y los derechos de los demás y de trabajar unidos, pensando más en el interés común que en nuestros intereses particulares.
Una misión del Primer Mandatario y del Gobierno de una nación es la de unir y trabajar con todos sus componentes. Esto es lo que no ha hecho el presidente Evo Morales y su gobierno. Por el contrario, el Gobierno ha promovido el enfrentamiento y ha tratado por todos los medios de descalificar a los opositores a su gobierno, en especial a los prefectos no oficialistas. Para la vigencia de la democracia y el desarrollo del país es esencial que el Gobierno acepte la crítica y la disidencia y trabaje con todos los niveles de gobierno, sean de su línea o de la oposición.
La Constitución de un país es esencial para la vida y el progreso de un país y la nueva Constitución no es un instrumento que garantice la vigencia de los derechos de los bolivianos y promueva el desarrollo social y económico. Al ser discriminatoria, contra- dictoria, incoherente, antiinversiones y anti Estado de derecho, ocasionará mayor quebranto para Bolivia. Existe poca esperanza de que en las próximas elecciones, el país encuentre una luz para salir de este estado. Por todo ello, Bolivia es “el país quebrado”.
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