El título de esta nota ha sido tomado de un artículo de Lluis Bassets (El País, Madrid, 05/12/2010), en el que recuerda una frase de Hugo Chávez: “Andamos saltando de cumbre en cumbre, pero tristemente la gran mayoría de nuestros pueblos andan gimiendo de abismo en abismo”. Vaya ironía, pues esto sí que se aplica a la XX Cumbre Iberoamericana reunida en Mar de Plata (Argentina), que, como las demás, no ha sido capaz de ir más allá de la retórica demagógica.
Hace unos años se pensaba que los presidentes o jefes de gobierno eran la última instancia para lograr entendimientos en asuntos que, en otros niveles, estaban trabados por las discrepancias. Pero, ahora, con la proliferación de las cumbres, los desacuerdos llegan directamente al nivel de los mandatarios y, entonces, las diferencias se hacen irreductibles.
Todo esto hace que predominen declaraciones y resoluciones sosas, sólo para salvar la cara. Es que los presidentes no tienen tiempo para el debate y superar así los desacuerdos de los negociadores de menor nivel que carecen de poder de decisión para aceptar fórmulas de consenso.
Por otra parte, los propósitos y compromisos compartidos con frecuencia caen en el olvido; unas veces por impracticables y otras por el subyacente propósito de incumplirlos; total, esos acuerdos no son vinculantes mientras no sean ratificados por los parlamentos, ratificación que en las cumbres no se prevé.
Desde hace más de una década, las cumbres han servido como espacio de confrontación y de acusaciones, y no como ámbito para la solución de las diferencias entre estados. Quizás por esto la Presidenta de Costa Rica, sabedora de que en la cumbre no prosperan los esfuerzos de solución de entuertos internacionales, pidió directamente ayuda a España –bilateralmente, se supone– “por la invasión de Nicaragua” (ABC, Madrid, 05/12/2010), aunque no es probable que el sandinista Ortega cambie su política agresiva alentada por el ‘bolivariano’ Hugo Chávez.
La reciente cumbre de Mar del Plata tuvo desde el inicio algo deplorable. La Presidenta anfitriona mostró un sectarismo secante al no invitar al presidente de Honduras a esta reunión, con el falso argumento de que el régimen de Porfirio Lobo es ilegítimo por el ‘golpe de Estado’ que derrocó a Manuel Zelaya, el converso al populismo. Olvida que –como lo mencionó hace meses el canciller de Perú– la mayoría de los actuales procesos democráticos en la región resultaron de elecciones convocadas por gobiernos de facto en retirada: los de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Nicaragua, Uruguay, Venezuela, etc.
El tema de la Cumbre de Mar del Plata –la educación– se quedó en buenos deseos, sin mecanismos confiables para hacer práctica la cooperación y sin planes concretos para elevar el nivel educativo de los pueblos de Iberoamérica. Es más, los principios exhibidos difieren de los planes nacionales, como es el caso del Gobierno boliviano empeñado en convertir la educación en una cartilla “plurinacional, socialista, anticapitalista, antineoliberal, anticolonialista, antiimperialista” y varios ‘antis’ más.
Ésta fue una cumbre huérfana de ideas originales, constructivas y realizables. Quizá, por ello, adoptó una ‘cláusula democrática’ a imagen y semejanza de la Carta Democrática Interamericana y, ciertamente, muy desleída con relación a la de Unasur.
¡Y pensar que, pese a tantas cláusulas democráticas, subsisten gobiernos autoritarios que son los que propician esos textos!
* Abogado y diplomático
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