Una lectura del último libro de Andrés Oppenheimer – que ofrecerá algunas charlas en Santa Cruz durante la semana que se inicia –, nos ratifica plenamente sobre los temores, penas y suplicios, que vivimos a propósito del “cambio” que lleva adelante el gobierno del MAS. Resulta evidente que S.E. – y las ONG que armaron su proyecto – no dejó de mirar hacia el pasado, hacia la violencia de la Conquista, hacia la colonización española, o hacia la anarquía republicana y el poder oligárquico posterior, maldiciendo todo por igual. De lo único que se olvidó Evo Morales fue de un pequeño detalle: del futuro.
¿Cómo pedirle a S.E. que se preocupe del cambio y del futuro nacional cuando creía – o cree todavía – que después de cinco años de fracasos el futuro es él? ¿Qué argumentos convincentes exhibirle a S.E. cuando es partidario de los ayatolás iraníes y de los mulás talibanes? Evo Morales está siglos más atrasado que Chávez, históricamente hablando. Hugo Chávez padece de una necrolatría enfermiza porque no deja descansar en paz los restos mortales del Libertador Bolívar, hurgándolos macabramente; mientras S.E. ya está más próximo a la necrofagia, tratando de alimentar a los bolivianos con momias del incario.
Los cambios que ha hecho el gobierno del MAS no están sirviendo sino para retroceder. Se han producido cambios absurdos, innecesarios, demagógicos, con el único propósito de justificar a una administración incapaz, sin ideas, anquilosada, inexistente en el fondo. Son los cambios revolucionarios que están representados en la perjudicial nacionalización de los hidrocarburos o en estatizaciones de minas o de la industria del cemento o la reversión tramposa de tierras o los histriónicos anuncios de la muerte del decreto 21060 que el MAS no acaba de matarlo nunca y que lo enfurece.
Continuamos, como siempre, viviendo de la explotación de nuestras materias primas. De manera farisea queremos ser defensores mundiales de la Madre Tierra, de la Pachamama que estamos destrozando, quemándola de forma desconsiderada, abriéndole heridas irreparables en una ávida búsqueda de riqueza minera, pero sobre todo, poblándola de hoja de coca, agotándola, envenenándola con todas las sustancias nocivas que se utilizan para la producción de cocaína. La cocaína y en narcotráfico ha sido en lo que, tecnológicamente, más ha avanzado la Bolivia actual.
Hemos cambiado la República por un Estado Plurinacional mentiroso por inexistente; hemos creado una bandera como la “whipala” copiada hace dos décadas de los Tercios españoles con el embuste de que fue la enseña “originaria”; hemos cambiado hacia una justicia cobarde e infame; y hemos cambiado hacia una Constitución que es mala, por irreal, inaplicable, y confusa a raíz de su traducción de alguna lengua ajena. Pero seguimos con nuestros vicios de siempre en cuanto a lo que es baja productividad, escasez de mercados, corrupción, y lo que menos le interesa al Estado Plurinacional: educación. Si Bolivia fuera un pueblo educado S.E. no hubiera llegado jamás al poder y el MAS habría tenido acceso al Palacio Quemado no antes del 2100, siempre y cuando se hubiera educado desde hoy para gobernar.
Sin mencionar a naciones como China, India o Brasil que son unos colosos, citando sólo a Finlandia, Israel, Singapur, Corea del Sur y Chile – nuestro vecino con el que pretendemos compararnos en todo – Oppenheimer nos da algunos consejos sobre lo que es el verdadero cambio. No son sus consejos personales, ni se trata de su conocimiento, que lo tiene, sino del resultado de estudios, investigaciones, entrevistas y viajes, los que hacen comprender por qué algunas naciones irrumpen en la modernidad, en el Primer Mundo, y por qué otras se quedan atascadas, paupérrimas, plañideras, sin esperanzas, con hambre y resentimiento, buscando siempre culpables a sus males.
Pues bien, concluye Oppenheimer en que lo más importante de todo es la educación, la tecnología, la innovación. País que pretenda un horizonte de bonanza ignorando la educación de su pueblo y confiando en sus recursos naturales, por millonarios que sean como el caso venezolano, estará condenado. En Bolivia se hace todo lo contrario actualmente. Algunas de las claves de un progreso seguro – según puedo interpretar – están en mirar hacia adelante, hacia el futuro; involucrar a todos en la educación, en especial a la familia; formar buenos maestros, bien pagados, respetados, pero que no vivan en marchas callejeras sino enseñando en las aulas; abrir el país a universidades extranjeras, a profesores contratados, y no estar como el tatú, cavando en la oscuridad, rechazando el contagio imperialista o como si guardáramos secretos que nos pudieran copiar; y por supuesto que atraer inversiones de alta tecnología.
Ese sí que es el cambio. Por ahí vamos a encontrarnos con la economía del conocimiento, la más importante del mundo actual. Pero se debe cambiar la mentalidad. Con cacumen de aldea perdida no daremos un paso más. Con cercos abusivos se nos bloqueará la mente. Con dinamitazos espantaremos las ideas. Creyendo mentiras será imposible liberarnos de la miseria. Siguiendo a sofistas depresivos un día e histéricos otro, perderemos el futuro.
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