Aunque gran parte de los esfuerzos del oficialismo, después de que fuera aprobada y promulgada la Ley Electoral Transitoria, estuvieron dirigidos a transmitir a sus bases la sensación de victoria, para lo que se organizaron festejos y se pronunciaron discursos triunfalistas, ha quedado claro, sobre todo para las bases “indígenas originarias campesinas” del Movimiento al Socialismo, que esa no es la realidad.
Muy por el contrario, la primera gran derrota sufrida por el proyecto hegemónico del MAS ha calado muy hondo en el ánimo de los “movimientos sociales” que hace poco acataron incondicionalmente las instrucciones de sus líderes.
Las medidas de presión con que el oficialismo contaba para doblegar a la oposición parlamentaria, por primera vez fracasaron. El MAS no logró que sus brazos operativos movilicen masivamente a sus bases, y los parlamentarios masistas se negaron a llevar la renuncia colectiva más allá de las amenazas, lo que puso en ridículo a los promotores de tan descabellada medida.
Los factores que ocasionaron tan importante cambio en la correlación de fuerzas son muchos. Entre ellos, hay tres que merecen ser destacados. Uno es la pérdida de la cohesión interna en las filas del MAS y sus “movimientos sociales”. El segundo fue la presión de la opinión de gruesos sectores de la ciudadanía que ya no iban a tolerar una nueva claudicación de la oposición parlamentaria. Y el tercero, la presión externa, la proveniente de organismos internacionales y gobiernos amigos que ya no están tan dispuestos como antes a mirar con condescendencia los abusos cometidos en nombre del victimismo indigenista.
El primero de los factores mencionados se refleja en la profundización de la brecha que durante los últimos meses se abrió entre la élite burocrática que se apropió de la conducción del “proceso de cambio” y las bases cuyo rol se redujo a “mandar obedeciendo”, a votar, bloquear y cercar, a ser carne de cañón. No será fácil para el MAS restablecer los vínculos de confianza entre quienes mandan y quienes obedecen.
Pero tan importante como lo anterior es que también quedó neutralizada una de las corrientes más negativas de la oposición, la que quiso hacer de la deslegitimación del sistema democrático, con el tema del fraude electoral, la coartada para justificar sus fracasos. Y lo que es más importante aún, quedaron sin argumentos legitimadores quienes proponen llevar las luchas de la oposición al terreno de la violencia.
Así, se han sentado las bases para la recuperación de la democracia como escenario principal y único de las disputas políticas. Quienes no sean capaces de actuar en él tendrán que dejar de entorpecer con su presencia la reconstrucción de un sistema de partidos capaces de librar las próximas batallas electorales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario