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sábado, 25 de abril de 2009

marcelo ostria da pinceladas precisas al cuadro que presenta el fin de la dictadura castrista que está a punto expirar porque la economía explota

El ocaso de una dictadura

No se trata de debatir si la historia se repite. Ya lo hicieron, en el siglo XX, el alemán Oswald Spengler y el inglés Arnold J. Toynbee, y ahora siguen en ello los historiadores actuales. Sin embargo, es posible percibir que hay ejemplos en Latinoamérica que muestran tendencias históricas varias veces reiteradas.
Una de ellas es que la desaparición de un dictador acarrea el fin de una dictadura, o la inevitable transformación de un régimen despótico en gobiernos menos represivos que ofrecen mayor libertad. Generalmente sobreviene un intento democrático.
Rosas, Melgarejo, Batista, Trujillo, Pérez Jiménez, Somoza, Duvalier, y una larga lista de tiranos, no dejaron imperios de despotismo; los andamiajes de sus regímenes se esfumaron con su caída. Pero es cierto, algunos de los sucesores de estos dictadores simplemente cambiaron de rumbo, pero no de métodos brutales. Pero también cayeron.
En América Latina, las cosas han tomado un distinto rumbo. Hasta hace poco, los golpes de estado, la mayoría feroces y cruentos, entronizaron a tiranos. Ahora, la autocracia nace de elecciones. Así, surgidos de la voluntad mayoritaria ciudadana, los populistas encaramados en el poder, ofrecen cambios que, en esencia, crean nuevas condiciones para la dictadura.
Todo esto viene a cuento, por la declaración ante la comisión de relaciones del senado norteamericano de la secretaria de Estado del gobierno del presidente Barack Obama: “… Hillary Clinton afirmó este miércoles (22.04.2009) que el régimen cubano "está finalizando" y destacó las diferencias existentes entre el presidente Raúl Castro y Fidel, su hermano y ex líder en la isla de gobierno comunista. "Creo que es un régimen que está finalizando", agregó Clinton. "Un día terminará y debemos prepararnos".
En efecto, pese a los delirantes apoyos de sus aliados Hugo Chávez, Evo Morales, Andrés Ortega y el escurridizo Rafael Correa, el comunismo cubano languidece, ahogado por una cruda e inocultable realidad: su fracaso. No brindó libertad y mejores condiciones de vida. Las carencias básicas y la represión son las constantes en la vida en la “Perla de las Antillas; sin derechos democráticos para sus ciudadanos.
El castrismo, en su ocaso, se enfrentará a la realidad: no hay dictaduras eternas ni milenarias como fantaseaba el Führer con su Tercer Reich. Así, se esfuma el sueño de consolidación de su frágil legado del anciano dictador jubilado, Fidel Castro, que atrincherado en una columna en el diario oficial cubano, se resiste a reconocer el fin ineluctable de la pesadilla del pueblo de José Martí, y sigue con el afán de promover enfrentamientos y la represión interna y crear entuertos internacionales.
Ciertamente, la dictadura castrista, por su duración, es una excepción en América Latina. Pero su fin tendrá consecuencias, como la que se produjo con los cambios en Europa oriental, luego de la caída del muro de Berlín, que marcó el comienzo del fin de la Unión Soviética y la dispersión y la disolución del Pacto de Varsovia, adversario de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).
Terminado el castrismo, se aplicará el viejo refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar". Terminarán también los émulos y los imitadores “marxistas – leninistas, socialistas y comunistas”. Habrá un nuevo ciclo, y el “corsi e ricorsi” que esperamos que transcurra cada vez con mayor libertad, más humano y menos cruel.

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