No quiero pasarme de suspicaz, pero dudo de la buena fe de los oficialistas. Se dirá -y lo acepto- que soy un tío duro, un crítico implacable que siempre busca pelos en la leche. Comprendo que los legisladores, viendo que arrancaban la aceptación del oficialismo a las observaciones a ese malhadado proyecto de ley electoral, no tenían más remedio que apoyar el texto ya concertado y mostrarse… felices.
Ciertamente me sorprendió la concertación; es decir el "ablandamiento" del presidente ayunador y de sus operadores, luego de sus incendiarias declaraciones. Decía, decía, a manera de insulto, que el proyecto de ley era boicoteado por parlamentarios “neoliberales” y que el fraude era preparado por el “imperio”, todo aderezado con el ingrediente de que lo quieren matar y los consabidos agravios. ¡Qué obsesivo afán de pelearse con los yankees!
Y no era el único. El jefe de bancada de los senadores del MAS se mandaba burradas, otros se “rasgaban las vestiduras” y juraban -perjuraban, ciertamente- que nada había más puro y confiable que el padrón de electores usado en el referendo del 25 de enero. Y unas cuantas lindezas más. Todo salpicado con tretas de mala fe y las con explosiones del desbocado presidente “nato” del congreso.
Yo no soy experto en regímenes electorales; es más, soy ignorante en esto. Lo que me incomoda es que un sujeto, como Exeni, diga y se desdiga en un mismo día, según evolucionaban las negociaciones, mostrando así su obsecuencia. En efecto, este funcionario del MAS pasó, de afirmar que el padrón era absolutamente confiable, a que era inconfiable pero sólo en un cinco por ciento, y terminó finalmente, reconociendo que la contaminación alcanzaba al treinta por ciento de este instrumento electoral. ¿Continuará este Exeni dirigiendo elecciones? Parece que esa es su intención ya que no le alcanza la decencia para renunciar.
Pero no me incomodan sólo las declaraciones de los jerarcas, la impudicia de Exeni y la caricatura de dictador del presidente del congreso que despotricaba por TV “en vivo y en directo”. Hay mucho más: como el voto “comunitario” (justificado por el observador electoral de la OEA, el pelafustán Eduardo Stein) que seguirá porque esa es la práctica consagrada del indigenismo arrebañado y utilizado por el MAS.
También me incomodan las hordas impunes que asaltan casas y no las devuelven, burlándose de la justicia. Esa furia en el asalto delictivo, seguramente servirá para que nadie, fuera del oficialismo, se acerque a sus dominios para hacer proselitismo y propaganda electoral, menos para destacar delegados electorales.
Que se consiguió mejorar, es cierto: ¡bravo incansables negociadores de la oposición! Pero todavía hay mucho de nauseabundo que no se arregla sólo con leyes que el oficialismo no va a cumplir, porque se le ha metido entre ceja y ceja establecer una dictadura.
Las elecciones son un instrumento de la democracia; no un fin; es el comienzo, la consagración de una sistema libre, que debe cuidarse para que perdure. Democracia es un estilo de vida: respeto mutuo, observancia de la ley, preservación de las instituciones, protección de los derechos humanos y todo lo que encierran las libertades democráticas.
Cuánto quisiera que cese la arrogancia infundada y la prepotencia de los oficialistas. Que la propaganda del gobierno, deje el insulto y la obsecuencia que contribuye al culto a la personalidad. Que los dirigentes -todos- actúen con cordura y tolerancia. Que se prescinda de los tránsfugas, y se eleve la función pública, tan venida a menos por la corrupción generalizada en la actual administración masista.
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