Agravio, represión, muerte
Marcelo Rivero
Lo acontecido en el Palacio Quemado con un periodista agraviado torpemente por el presidente de la nación, en público y ante las cámaras y los micrófonos, es otra de las tantas evidencias de que estamos bajo un gobierno despótico al que no le importa la dignidad ni los derechos humanos, ni la vida de las personas, peor la democracia, la que, sin embargo, se da el lujo de mencionar a cada paso y de sostener que se la practica en todas sus formas. Igualito que en los regímenes que llevan 50 años de poder omnímodo o de otros que con 10 quieren seguir el mismo camino, como son los de Cuba y Venezuela, ahora convertidos en los grandes aliados del de Bolivia.
Sí, acostumbran aparecer como mansos corderitos y se convierten en camaleones, porque venir a pontificar de autonomistas los más recalcitrantes exponentes del centralismo, más que cambiar de color es cinismo puro. Pero no tardan en volver a su estado natural y así entra en acción el totalitarismo, el amedrentamiento y la represión, incluyendo detención (llevada a cabo por encapuchados), confinamiento e incomunicación, sin que importe si hay muertos de por medio. ¡Melgarejo se está quedando chico!
Entonces el ultraje consumado por el primer mandatario no es más que una continuación de la prepotencia y del ensoberbecimiento que él mismo propició aun antes de asumir el poder y que con el correr del tiempo se acentuó llegando al descomedimiento en el campo de la diplomacia, como cuando el embajador de los Estados Unidos y luego un alto personero de esta nación de visita en el país, fueron citados para tratar asuntos importantes a las 5 de la madrugada. ¡La dignidad nacional triunfante y humillado el gigante, aunque cada cual sabiendo que el ‘chico’ hace travesuras que el ‘grande’ debe tolerar y que a la hora de la verdad aquél no aguanta un papirote de éste! Pero eso es nada, lo terrible de los prepotentes, abusivos y soberbios es el terror que siembran porque todo es bajo amenazas de cercos, apresamientos y marchas que buscan la violencia y el enfrentamiento, con ofensas de palabra y de hecho.
Lo hemos visto en pueblos, en ciudades, en la Asamblea Constituyente, en el Parlamento, en el Palacio Quemado. Centenares de contusos y heridos y, lo más doloroso, vidas que se truncan trayendo luto, más pobreza y abandono en las familias: tres en Sucre, uno en Cochabamba, 20 ó muchos más en Pando, 18 en Huanuni (problema con los mineros cooperativistas), el golpeado hasta morir cerca de El Torno por autonomista, más desaparecidos como el lugareño de Santa Rosa que defendía Choré cuando ‘colonizadores’ de Yapacaní, con apoyo masista, invadieron esta reserva forestal.Decididamente el terror continúa copando espacios, con el agregado de que ahora se agrede y se ridiculiza en el Congreso, en un ministerio... ¡y en el mismísimo Palacio de Gobierno!
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