Nacidos para perder
Rodolfo Mattarollo, después de haber conducido y presentado el informe de Unasur ha dejado su papel de rebelde sin causa para entrar a los cauces de la historia de los informantes oficialistas del poder.
No se puede aceptar que una persona se ocupe de tomar el poder así tenga que hacerlo por el rabo, ni se justifica que merodee los mismos intereses que antes dijo repeler. Como dice Joaquín Sabina en una de sus canciones, Mattarollo parece haberse convertido finalmente en un hombre de traje gris, con acciones de hombre de traje gris, llevando puesto para siempre el traje gris del alma sobre la cortina de humo de una camisa de cuello Mao. Porque después del informe de Porvenir, Mattarollo se ha convertido en el repartidor de acciones y sentencias oficialistas, que lleva el rótulo y remitente de las dictaduras de hoy, de antaño y de siempre, que provocan que las gentes perseguidas aprendan a correr apenas divisan su presencia.
No hubo nada nuevo en este temible pero a la vez insignificante informe, desprovisto de todo equilibrio, desmesurado en su parcialidad, una postema de receta unasureña que es más de lo mismo, tal que podría compararse con otra dosis del vermífugo destinado para continuar la purga social que ha recomendado Hugo Chávez a sus pares en Bolivia.
El informe de Unasur se muestra ahora como un maquillaje, una especie de corrector de ojeras, que no alcanza a cubrir los baches de lo que quiso y no pudo ser una revolución y que ha terminado siendo otra versión de una persecución implacable que sigue la perspectiva de las dictaduras brutales que conocimos con el sello y rúbrica de los generales: dígase Pinochet, Viola y el Gral Videla, que infectaron el continente en la década de los 70 y que tuvo entre sus socios del Plan Condor al Gral Hugo Banzer en Bolivia.
El cuestionamiento existencial de Mattarollo, debería ser en este momento el de interrogarse si él tal como aquellos que fungieron como rebeldes antaño, les queda un resto de alma para no seguírsela vendiendo al diablo y para finalmente entender lo que es la justicia, que no puede ser tomada como una herramienta y un pretexto para castigar y criminalizar a los opositores al tiempo de permitir que los oficialistas asociados lleven a cabo sus ambiciosos planes de toma y apropiación del poder a cualquier costo.
El cuestionamiento de Mattarollo y los comisionados de Unasur debería llevarlos a tratar de deshilvanar en qué es mejor o peor lo que nos quita el sueño ahora que aquello que horrorizó antes y que en honor a la verdad sólo les ha valido a los “rebeldes” una licencia abierta para matar, incriminar, perseguir, mentir, violar derechos y convertirse en carceleros legalizados por Unasur.
Cerremos con Joaquín Sabina cantando: “La única medalla que he ganado en la vida era de hojalata y decepción. No tenía salida el callejón del cuartel para el desertor del batallón de los nacidos para perder”. (de Centa Reck en Hoy Bolivia)
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