Hay la tendencia, en estos tiempos realmente conflictivos y plagados de aventureros empeñados en pescar en ríos revueltos, a crear organismos internacionales, algunos en el extenso marco del universo, otros del continente y no pocos de regiones más o menos afines por las características de sus habitantes o de sus territorios o de sus necesidades.Esos tales organismos internacionales que, con toda seguridad, son concebidos con buenas y hasta las mejores intenciones, sin sombra de dudas, terminan sensiblemente sucumbiendo en una especie de inocuidad y en una flagrante carencia de equidad, que viene a ser lo que más objeciones, merece desde luego.
Conformados por lo más cogotudo, como folclóricamente llamamos entre nosotros a esos señorones que tanto gustan de la poltrona, pasan a ser estos caballeros la cabeza de una burocracia que es sustentada por cada uno de los países asociados y que incluye plantas frondosas de empleados de todo nivel que se desplazan, dicho sea de paso, en oficinas que no disimulan sus aires palaciegos. En fin, todo muy grandioso, todo muy distinguido y confortable, sobre dimensionado si se tiene en cuenta lo poco de provecho que el continente y el mundo logran en reales beneficios.
Hay organismos en que supuestamente están unidas las naciones, otros en que se congregan los estados de nuestra América y como de ninguno de éstos se saca en los hechos nada en blanco, pues, a crear otro organismo para los del sur y otro más para los andinos, sin contar los que aglutinan a Europa, Asia y África que, a su vez, también han establecido infinidad de parcelas entre los más afines. Y la fecundidad no se interrumpe, de eso la duda lastima.Pero en los hechos, y pensando sólo en lo más cataclísmico, ¿qué guerra han evitado o qué paz preservaron antes del brutal derramamiento de sangre o restauraron antes de que el luto oprimiera a la humanidad? ¿Qué devastación provocada por fenómenos naturales o por fatales confrontaciones intestinas, ayudaron a paliar, al menos, los tantos organismos de los señorones burócratas que, seguramente, son muy bien remunerados y con prerrogativas al margen?
Bolivia, disciplinado país partícipe de aquellas altas instancias, tiene alegatos legítimos, pendientes vitales reparaciones históricas, pero nunca sus causas justas merecieron cuando menos el voto solidario y compulsivo de los organismos internacionales de que es cumplido socio. Y muy recientemente, Bolivia vivió, -sin que del todo hubiese pasado el trance-, un drama interno que movió a convocar al entes regional. Respondió es con puntualidad y envió a sus burócratas que escogieron el camino fácil de ponerse del lado oficial desechando otras partes que, por Dios, no eran agua de borrajas. Y para acabarla de enterar, emitió informe que incluía lista de muertos, tres de los cuales ¡gozan de buena salud! Como para tener confianza en tales organismos, ¿verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario