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martes, 26 de agosto de 2008

el deber editorializa sobre la violencia evista cuando recuerda:

La Cuenta Trágica
Redondea la treintena la cifra de muertos registrados durante enfrentamientos violentos en el actual período de gobierno.Y aún queda, en cumplimiento del irrevisable mandato constitucional, largo camino por andar. Esta circunstancia, además de la tozudez del jefe del Estado al persistir en sus poses mesiánicas e inapelables, dejan margen para pensar que la trágica cifra de muertes se puede duplicar y hasta triplicar e incluso más allá de todo cálculo de por sí espantoso y estremecedor.No nos falla la memoria a la hora de revivir los primeros actos del actual régimen de gobierno y de reponer las expresiones más socorridas del recientemente estrenado gobernante. Sus ofertas de cambio entusiasmaron a sectores apreciables de la ciudadanía, convencidos de que Bolivia, tras años de repetirse con fórmulas inocuas, estaba urgida de un cambio real e inmediato o de infinidad de cambios de igual modo, impostergables, En pos de tal cambio, y en la seguridad de que sería para bien de la república y de su pueblo tantas veces frustrado, el sufragio en urnas se inclinó a favor de la fuerza que postulaba transformaciones sustanciales, mas… para el bien, para enderezar torcidos cauces pasados. Corridos están meses largos que se han vuelto años y en los ojos y en los gestos de multitudes nerviosas, atemorizadas, desalentadas quizás, se lee la misma pregunta: De acuerdo con las realidades presentes, el cambio operado ¿fue para bien o para mal?En el otro extremo, el nuevo gobernante inició labores llevando un registro exacto de muertes en confrontaciones entre sectores políticos afines y contrarios respecto de los gobiernos del inmediato pasado. En rigor de verdad, no dejaban de ser dolorosos, estremecedores los guarismos fatales. Y a la par se suponía que si el nuevo régimen revisaba la sangrienta estadística con puntual meticulosidad era ciertamente para no reincidir en ella, para liberar al país de aquella tara que viene a ser la de manchar de sangre la de por sí poco edificante historia nacional.Aunque preferimos, en lo particular, abrir cauce al olvido antes, mucho antes que ocuparnos de hechos en que se mezclan sangre, sudor y lágrimas, no podemos dejar sin mención sucesos que oscurecieron el horizonte nacional cuando bullía, justa y precisamente la esperanza en cambios para el bien.De patriotas sería que antes de que el clima de tragedias se profundice, se diera un cambio de actitudes que ponga a cubierto a los bolivianos de la insaciable guadaña de la muerte.

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