Desde que aquel dirigente cocalero del Chapare asumió el poder y se convirtió en el primer Presidente elegido por mayoría de votos, don Evo Morales sabía perfectamente lo que iba a hacer. Ya tenía planificado su proyecto de cambio y sólo necesitaba los instrumentos adecuados para materializarlo. Su primera acción fue llamar a una Asamblea Constituyente (AC), la que estuvo al borde del fracaso tras un debate de ocho meses, por la aprobación de su reglamento interno y por la fórmula de los 2/3. Cuando todos pensaban que la AC había muerto, el Congreso, mediante una ley, amplió su mandato. La segunda acción fue descabezar al Tribunal Constitucional, porque ya tenía decidido pasar por alto el Reglamento Interno de la AC y las leyes, para aprobar su proyecto de Constitución Política del Estado (CPE) sin que nadie pueda observarlo. Al Gobierno se le presentaron varios obstáculos, especialmente por el debate de la capitalidad plena para Chuquisaca.
Morales instruyó a sus parlamentarios y seguidores un cerco al Congreso para aprobar una ley que permitió a la AC sesionar en Oruro. El camino estaba allanado y sólo había que seguir los pasos del libreto; es así que se aprobó la Constitución masista en un tiempo récord. Todos miramos incrédulos lo que pasaba. Los prefectos decidieron actuar de igual forma que el Gobierno. Sin acatar ni respetar las leyes, llevaron adelante sus referendos por estatutos autonómicos, y pensaron ingenuamente que habían frenado los planes de Morales.
Todo lo contrario, el Jefe de Estado les dejó el show (mediático) por unos meses, pero estaba calculando los tiempos necesarios y el momento para su próxima arremetida. La tercera acción fue hacerles creer a los prefectos en aquella famosa palabra: “diálogo”. Pero el Presidente y sus colaboradores les tomaron el pelo en más de cinco oportunidades, en reuniones para las cámaras de televisión y sin resultados ni frutos concretos. Finalmente, vino el tiro de gracia, el referéndum revocatorio, realizado por una Corte Nacional Electoral cuestionada, un Padrón Electoral nada confiable y denuncias sobre doble cedulación.
El presidente Morales alcanzó el 67,4 por ciento de la votación, lo que le dio suficiente impulso para “meterle nomás” (proceder), como él dice. Era la señal de que estaba esperando para su siguiente paso. A estas alturas, más allá de cualquier acción que puedan realizar los prefectos y las regiones, al Gobierno no le importa si es legal o ilegal el decreto que convoca al referéndum constitucional. Ha decidido jugárselas el todo por el todo, cueste lo que cueste, y lograr en diciembre la ansiada aprobación de su CPE. No nos extrañemos de que la votación se lleve adelante inclusive en recintos militares, porque está visto que, para don Evo Morales, nada es imposible.
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