Los hechos se superponen y conforman un mosaico incoherente, similar al delirio de un esquizofrénico: Pando en guerra, instituciones tomadas, cohetes, gas, enfrentamientos, militarización, condicionamiento al diálogo, el prefecto Leopoldo es apresado, la ciudadanía de Pando se desbanda aterrorizada buscando asilo en la ciudad fronteriza de Basilea, se devuelven las instituciones, las milicias de Evo cercan Santa Cruz, amenazan, los indígenas muestran lo que harán cuando se imponga la justicia comunitaria, muestran el Cepo, plantean el linchamiento como métodos de tortura y persecución política legalizados por este gobierno, se abre la Feria Exposición Expocruz, los obreros trabajan para llegar a concluir los trabajos, las azafatas desfilan, llegan a nuestro país Insulza y Caputo los lugartenientes de Chávez encuevados en la OEA, los mamarrachos nombran a la reina del carnaval del año 2009.
Sabemos que incluso después de las mayores catástrofes y tragedias la vida tiene que continuar. Esto en muchas ocasiones se constituye en una conducta admirable y en una muestra de perseverancia, voluntad y de la decisión de seguir luchando que manifiestan los seres humanos así tengan que pasar por encima de sus dolores, de sus heridas y de sus derrotas.
Sin embargo, esta conducta de fortaleza no la podemos confundir con la actitud de negación que se constituye precisamente en todo lo contrario y que se caracteriza por hacer de cuenta que no pasó nada, por negar y pasar por alto no sólo los hechos, sino incluso el dolor que estos hechos tienen que provocar como reacción sana y saludable.
La negación es una forma de maquillar la realidad, de no vivir los duelos, la que lleva a que se inhiban los afectos displacenteros, el dolor que estos hechos deben producir y como consecuencia se evita generar una adecuada toma de consciencia de las consecuencias y repercusiones de estos hechos.
Cuando un pueblo usa el mecanismo de la negación, no consigue recuperarse para sortear efectivamente sus problemas y dificultades, y por lo tanto se acomoda y somete sin desarrollar la capacidad de rebeldía que es una de las fuerzas que nos permiten vencer a la par de evitar el peligro de caer en situaciones de opresión.
Este es el motivo por el que tenemos que cuestionar que en la presente crisis esté prevaleciendo una actitud que está tratando de imponer una línea de opinión que intenta llevar a nuestro pueblo al mecanismo de negación.
Esta línea de opinión, plantea que la presente situación nos ofrece la enorme ventaja de que hayamos logrado sentar al presidente a un diálogo, que esto nos dará la posibilidad de solucionar nuestros conflictos por la vía pacífica, que nuestra solución vendrá de mano de la concertación y contando con el apoyo de los observadores internacionales.
Las opiniones negadoras siempre se elevan con un aparente triunfalismo que intenta sortear el momento presente y la realidad, encubriéndose en una aparente corriente de positivismo.
La actual invasión que nos encontramos viviendo, nada tiene de promisorio, porque la realidad es que el diálogo no ha dejado de ser un engaño, y los observadores internacionales que están ahora en Bolivia no son imparciales sino obedientes vasallos de Chávez, miembros de una mafia que bajo las órdenes del caudillo caribeño tienen el cometido de legalizar las acciones arbitrarias de sus miembros, todos candidatos y aspirantes a dictadores.
Trabajar, seguir llevando adelante nuestras responsabilidades, es un acto de valor, un esfuerzo que exige pasar sobre las dificultades venciendo el dolor; pero debemos convenir que esto nada tiene que ver con la actitud negadora de seguir pachangueando, de seguir buscando el jolgorio, de pasarle a nuestra sociedad el empierne del carnaval, de mamarrachear hablando de la fiesta grande, nombrando a la reina en medio del duelo de Pando, del llanto de su gente, de los muertos propios y ajenos, de la muerte de Edson Ruiz, joven que pagó con su vida su decisión de luchar por la causa autonomista, de nuestra ciudad cercada, de las amenazas que nos profieren, del pánico de las madres, del escalofrío que nos deja el odio de las huestes de Morales dispuestas a romper el hilo de la paz.
Nadie vio a las fraternidades en Tikipaya ni en muchos de los momentos de lucha, se dice que en vez de estar codo a codo con su pueblo no fallaban a las citas de confraternización en sus sedes. Los chicos "bien" no fueron los que estuvieron en el campo de batalla, siguen pensando en la diversión y los negocios, mostrando que algunos estamentos de nuestra sociedad son indolentes, fríos, apáticos e insensibles y no están dispuestos a sacar la cara por su departamento, y que menos quieren renunciar a la diversión y el negocio del carnaval.
Este momento crucial exigirá que nuestra sociedad realice una purga. Exige que los análisis no nos adormezcan y narcoticen con la corriente de la negación y que las fuerzas sociales no se insuman a punta de una dosis de banda y carnaval. Para romper el yugo del opresor debemos pasar primero por sobre nuestras propias debilidades y flaquezas.
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